Para el texto y las ilustraciones de ‘Sombras de colores’, Malet visitó diferentes centros educativos para abordar la temática y exponer las primeras propuestas e imágenes del cómic, y fueron jóvenes “abandonadores” o que estaban en la cuerda floja quienes le dieron muchas de las ideas que después plasmó. El libro forma parte de la iniciativa Cero Abandono impulsada por la Fundación Bofill.
Has hecho un cómic pensado para adolescentes en el que a través de la ficción cuentas historias basadas en hechos reales. ¿Qué ideas sacaste de las personas que te contaron que habían abandonado prematuramente tus estudios?
Me sorprendió en todo momento. En una primera fase, antes de hablar con ellos, quería solucionar cuál sería la fórmula adecuada para poder hablar de ello e inventé un hilo conductor de ficción, fantasía y misterio, con mucha imagen y poco texto, más de lectura rápida, para enganchar este tipo de público.
Cuando tuve esto hecho, que serían las páginas que en el cómic son más azules y oscuras, haciendo el juego metafórico de perseguir las sombras, les conté. Me sorprendió porque me dijeron, ‘sí, está bien, pero que no sea así, que no sea todo negativo’. De hecho, también lo había pensado, podía ser una historia muy oscura, y ellos lo que me dijeron era que estaba bien que planteara una problemática y fuera hacia cierta luminosidad. No dejaba de ser un reflejo de situaciones que ellos no quieren. No quieren estar ahí, quieren respuestas y soluciones.
Otros, cuando les enseñé la primera parte y el protagonista era masculino, me dijeron que porque no aprovechaba para hacer un personaje con apariencia andrógena o un personaje no binario, lo que fue muy positivo para mí hacerme pensar en esto. Saqué el artículo masculino y no hice aparecer tampoco al femenino.
En el cómic hay diversidad de personajes, desde los que sufren acoso por problemas de obesidad, a personas que trabajan y estudian, oa otras recién llegadas que necesitan un tiempo de adaptación.
Yo contaba una historia que no era coral y los alumnos me propusieron que pusiera a más gente, que aparecieran amigos y que fueran protagonistas. Es una problemática muy diversa y apela a unas situaciones muy diversas porque no existe un motivo concreto y único que apunte a abandonar, y me pidieron que lo convirtiera en una historia coral porque también transmitía la importancia del grupo, en una edad donde la pertenencia del grupo es importante. Los amigos, decían, a pesar de ser diferentes, intentamos ayudarnos y hacer reflexionar sobre las cosas.
Haciendo un juego de palabras, ¿qué alargada es la sombra del fracaso escolar? En el cómic menciones que tienen los peores trabajos…
Creo que socialmente tenemos aceptado, y aquí hago crítica de muchos estigmas sociales, que ‘este que molesta a clase, que no estudia, no llegará a ninguna parte’ y un poco se le puede apartar, cuando en realidad hay una persona que está abandonando porque están fallando muchas cosas de su entorno. Nos olvidamos que el abandono escolar prematuro está en la parte final de la enseñanza obligatoria y, por tanto, los adultos y el entorno tienen mucho que decir, pero a menudo se les deja a su suerte.
La sombra se alarga tanto como este sistema que les envuelve
La sombra es tan alargada como todos estos elementos externos que han fallado, como la no atención, la no detección, la no información, etc. Se les hace muy grande esta sombra, los supera, no ven que ellos tengan las herramientas para enderezar y pintar de colores, siguiendo la metáfora. Básicamente, y aquí viene la gruesa crítica, que es la gran sombra, cuyo sistema político cuelga el sistema educativo. No es una crítica al profesorado; de hecho, el sector docente es el que más se ha volcado en este cómic. Hay una parte del sector docente con un nivel de estrés muy grande, en el sentido de detectar estas problemáticas, saben cómo son sus aulas, pero a veces se ven obligados a echar de clase a alguien, porque se ven obligados, porque carecen de herramientas, porque el sistema educativo no dota de las herramientas necesarias para poder atender a la diversidad.
Esto ocurre en el cómic, que el profesorado echa a alguien de clase para poder trabajar con el resto del grupo, y esto es perverso y estresante para el profesorado porque esta persona puede formar parte de un colectivo con dificultades o con otras inquietudes, o quizás sea necesaria una orientación y un trabajo personal y con la familia, como también apunto al libro. La sombra se alarga tanto como este sistema que les envuelve. Cuando yo hablaba con ellos, percibía que no era tanto que ellos quisieran abandonar, sino que tenían la sensación de sentirse excluidos y optaban por marcharse como última salida.
Esto tiene bastante que ver con lo que comentabas de las etiquetas.
Existe una crítica sociocultural al adultocentrismo. Hay quien dice “nosotros cuando éramos adolescentes no éramos así”. Si hacemos una vista atrás, no sólo inmediata de cuando nosotros éramos adolescentes sino a nivel histórico, veremos que es mentira. Decir que no tienen valores, que no les interesa nada y que la próxima generación será un fracaso, ya data de una época clásica. Se ha dicho siempre y los adultos no hemos hecho autocrítica. Les estamos preguntando ¿por qué hacen lo que hacen?
¿Qué papel juegan las adicciones? Es uno de los elementos que apuntas en el cómic.
Tienen un papel primordial hoy en día. Salud mental y adiciones van ligadas. Ahora, la gran adicción, que es diferente a cuando mi generación era adolescente, es la adicción a las pantallas, al móvil, y es terrible. Aquí también estamos fallando a los adultos porque hay poca reflexión crítica. Móvil y no limitación va atado. Es una herramienta que no pueden tener con 12 o 13 años; la neurociencia, la neuroeducación, la sociología y especialistas en adicciones virtuales lo están demostrando.
Cuando íbamos a las escuelas, de naturaleza muy diferente, en uno de los talleres que hacía con Pau Llonch, que es quien sabe más de estos temas, hicimos un taller en el aula con 12 alumnos, de los cuales 6 o 8 se estaban durmiendo. Cuando le pedí porque a Pau, me dijo, “se habrán estado hasta las 6 de la mañana con el móvil, es su forma de conectarse con el mundo”.
También abordas el bullying.
Una de las cosas más fuertes que me ha pasado en este mes y medio, desde que se publicó el cómic, es que tengo que dedicarme media hora cada mañana a contestar emails. Hay quien me da las gracias y quien pide una segunda parte sobre todo haciendo esa vinculación entre abandono escolar y bullying, que en el cómic se menciona. Hay un colectivo que está siendo machacado por tierra, mar y aire, y hay profesorado y familias que perciben que esto está detrás del abandono.
Hay un caso muy bestia. Cuando íbamos a las aulas para enseñar el cómic y hablar de la problemática, hubo un grupo que no hablaba. Hicimos una pausa y el profesorado nos dijo que era un grupo con un historial de bullying muy extremo y que no se expresarían en grupo. Al volver del descanso, pedimos que se contaran en un papel, y fue la clase de la que tuvimos más impactos. Decían que los meses que pasaron confinados fueron un sueño.
De alguna manera, el cómic habla de segundas oportunidades y tiene un tono optimista, sin embargo. ¿Lo hiciste pensando en motivar a una parte de los y las adolescentes que podrían estar en esta situación de abandono de los estudios?
En la presentación del libro ocurrió algo muy bonito y es que la parte de las preguntas derivó en un debate y pasó de tres cuartos de hora previstos a dos horas. Hablábamos que podíamos estar permanentemente formándonos. Es verdad que es necesario que haya una prevención y vigilar que no se dé este abandono; de hecho, yo me basé mucho en un estudio de Bofill, pero esto es compatible con explicar que hay segundas oportunidades, y terceras. Hay que informarles que no todo está perdido, que hay otras formas de volver, como la música, el arte… Hay gente que te puede orientar, pero no todo el mundo tiene la información, ni todo el mundo sabe que hay orientadores.
Muchos chavales decían que no sabían a qué querían dedicarse, pero que la orientadora les ayudaba
En este sentido, se notaba mucho en los centros a los que fuimos si la persona orientadora era una figura importante. Muchos chavales decían que no sabían a qué querían dedicarse, pero que la orientadora les ayudaba muchísimo. Y, mientras, no echan la toalla.
Cris, protagonista del cómic, dibuja muy bien. ¿Qué bien hacen la cultura y el arte para evadirse, en un entorno de vulnerabilidad?
Éste es otro aspecto que quise apuntar y que va ligado con un discurso más personal. A mí el arte me ha salvado la vida. No soy exagerado. En mi entorno ha habido gente que no ha sabido a dónde cogerse y la vida les ha costado mucho. Yo lo tuve muy claro. Los libros, las películas en casa o en el cine, la música, la cultura nos han salvado a muchos.
Al protagonista, que es muy autobiográfico, también quería hacerle pasar por aquí. Y esto me hace pensar qué poco se trabaja el arte y la poesía en una franja de edad en la que es tan importante comunicarse y fomentar su vertiente creativa. Cuando hago presentaciones, a veces elijo a profesores de artísticos para que me acompañen, porque me gusta hablar de la importancia de esto. El cómic se lee muy rápido, se lee en imágenes. Con los alumnos hablo de qué significa el azul, qué significa que aparezca el color y qué significa que la última página sea un croquis de un dibujo para terminar.
Comentas que, en mes y medio, ha sorprendido el éxito del libro y que hay personas que han pedido una continuidad. ¿Existen más proyectos de este tipo a corto y medio plazo?
Fue muy intenso. Preveíamos que funcionaría, pero no me esperaba que tanto. Creo que ni la editorial Comanegra ni la Fundación Bofill esperaban esa respuesta. Hemos abordado un tema muy necesario de abordar. En Cataluña existe casi un 17% de abandono escolar prematuro y la media europea es de un 9%, que ya se considera muy alta. Es una barbaridad.
Debemos ser consecuentes y dar una segunda vida al cómic. Muchos centros y docentes nos lo piden y estamos pensando en diseñar también algún tipo de acción. Ahora hacemos presentaciones muy participativas. Esto significa que debemos seguir por ahí.