«Su profundo y ancho cauce siempre está seco, salvo en las avenidas, cuando recibe tantas aguas y corre tan furiosamente, que destruye cuanto encuentra…».
Antoni Josep Cavanilles
Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del reino de Valencia (1795-1797)
La inundación del 29 de octubre de 2024 es la catástrofe más grave y destructiva que ha sufrido la Comunidad Valenciana desde que existen registros históricos. De momento, hay 221 personas fallecidas y cinco desaparecidas. Lamentablemente, el número de víctimas continúa aumentando. Los 75 municipios afectados por las inundaciones se encuentran en las comarcas de la Plana de Utiel-Requena, la Foia de Buñol, l’Horta Sud, la Ribera Alta y Baja, el Camp del Túria, los Serranos y tres pedanías de la ciudad de Valencia. El desbordamiento de los ríos Turia y Magro y los barrancos de Poio, Saleta y Picassent, entre otras ramblas, han sembrado nuevamente muerte y destrucción en el territorio valenciano.
La comarca más castigada ha sido l’Horta Sud, formada por veinte municipios con una población de más de 482.000 habitantes y situada aguas abajo del Poio, barranco que desemboca en la Albufera de Valencia después de recibir en su curso alto y medio las aguas de las ramblas del Pozalet, Gallego y Horteta. El desbordamiento del Poio, junto con los barrancos de la Saleta y Picassent, ha dejado una profunda herida de muerte y destrucción que costará tiempo sanar. La inmensa mayoría de las víctimas vivían en pueblos de l’Horta Sud, principalmente Albal, Alfafar, Aldaia, Beniparrell, Benetússer, Catarroja, Massanassa, Picanya, Sedaví, Torrent y Paiporta, municipio que con 45 muertos ha sido el epicentro de la inundación.
Nunca antes una inundación documentada en esta comarca había cobrado tantas vidas ni causado tantos daños materiales ni tanta desolación humana, ni tan siquiera la gran riada del 14 de octubre de 1957 que arrasó la ciudad de Valencia y 22 pueblos de l’Horta Nord y l’Horta Sud, y en la que murieron al menos 81 personas arrastradas por las aguas.
Tener memoria de las inundaciones es imprescindible. Desde aquella inundación del Poio de 1775, que fue nombrada por el botánico Josep Antoni Cavanilles, hasta hoy, este barranco y los adyacentes han registrado un centenar de inundaciones, algunas de ellas catastróficas. Pero existen registros de inundaciones aún más antiguas. En Aldaia, el barranco de la Saleta causó graves inundaciones en 1537, 1540, 1651, 1731, 1766 y 1776, según el historiador Josep Ramón Sanchis. Asimismo, como he podido documentar en algunos estudios, los pueblos de l’Horta Sud cercanos al río Turia y los barrancos de Poio y Picassent sufrieron inundaciones catastróficas en 1864 y 1897 –también Valencia–, así como otras riadas menores en 1867, 1868, 1870 y 1871.
Igualmente, el siglo XX fue prolífico en inundaciones. La más destructiva fue la del 14 de octubre de 1957, que como se mencionó, dejó al menos 81 muertos y destruyó parte de Valencia y 22 pueblos de l’Horta, comarca en la que resultaron gravemente damnificadas 2.700 familias. De igual manera, en este siglo hubo otras inundaciones menores pero igualmente destructivas que tuvieron lugar en 1949, 1950, 1983, 1989 y 2000, siempre en octubre. La última de ellas tuvo efectos devastadores especialmente en Aldaia y Catarroja.
El siglo XXI comenzó con la inundación del 12 de noviembre de 2022 por el desbordamiento de los barrancos de Poio, Saleta y el Moro, afectando principalmente a Torrent, Aldaia, Manises y Riba-roja de Túria. Esta inundación ya anunciaba de manera premonitoria la gran riada del 29 de octubre de 2024, que ha dejado una profunda herida de muerte y destrucción. Este fatídico día, según la CHX, el Poio registró un caudal punta de 3.500 m3/s a su paso por Catarroja, aunque aún no son datos definitivos.
La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHX) califica la cuenca del Poio, de unos 470 km² de extensión, como una área de Alto Riesgo Potencial Significativo de Inundación (ARPSI). El Poio, también conocido como barranco de Xiva o de Torrent, siempre ha dejado una huella de dolor y destrucción con sus desbordamientos, especialmente en la zona de desembocadura.
¿Por qué la inundación de 2024 ha sido mucho más devastadora que la de 1957?
Pero, ¿por qué la inundación de 2024 ha sido mucho más devastadora y mortal que la de 1957 en l’Horta Sud? Además del gran volumen de caudal que llevaban los barrancos y la falla de los sistemas de aviso a la población el pasado 29 de octubre, donde tiene mucha responsabilidad la Generalitat Valenciana, se han producido cambios sustanciales socioeconómicos, urbanísticos y de infraestructuras hidráulicas a lo largo de los 67 años que separan ambas inundaciones que explican la magnitud de la catástrofe de este año.
La inundación de 2024 ha sido mucho más devastadora que la de 1957 en l’Horta Sud. Además del gran volumen de caudal que llevaban los barrancos y la falla de los sistemas de alerta a la población, hay otros factores que explican la magnitud de la catástrofe de este año. A lo largo de los 67 años que separan ambas inundaciones se han producido importantes transformaciones socioeconómicas y en la ocupación del territorio que han agravado la situación.
El fuerte crecimiento económico, industrial y poblacional de l’Horta Sud desde la década de 1960 ha provocado un aumento considerable del suelo urbanizado, paralelo al retroceso de la huerta, que históricamente ha absorbido y aliviado la fuerza destructiva de las avenidas. La riada de 2024 ha encontrado más suelo urbanizado que en 1957 y ha avanzado más rápido sobre el asfalto. Un estudio coordinado por Rafael Temes Córdovez revela que en 1957 el área metropolitana de Valencia tenía 3.414 hectáreas de suelo urbanizado, mientras que en 2015 la superficie total urbanizada subía a 9.730 hectáreas, lo que significa que en este período han desaparecido 6.200 hectáreas de huerta.
La regresión del suelo rústico ha sido más intensa en l’Horta Sud, centro neurálgico industrial y de vías de comunicación de acceso a Valencia, que ha vivido un acelerado crecimiento del suelo residencial e industrial y de la población, sin demasiada coordinación metropolitana, pasando de 150.191 habitantes en 1960 a 482.569 en 2023. La comarca, además, cuenta con más de 50 polígonos industriales y comerciales que ocupan más de 2.000 hectáreas. Esto se suma a la construcción de la Autovía de Torrent, el AVE, la A7, la Avenida del Sur entre Albal y Valencia, el Distribuidor Comarcal CV-33 y el desdoblamiento de la A3 y la Pista de Silla (A31). Algunas de estas vías han actuado como presas de contención en la inundación, aumentando el nivel de agua en los pueblos.
Las consecuencias nefastas de la riada son una consecuencia del fracaso de la coordinación metropolitana entre administraciones, donde l’Horta Sud siempre ha salido perdiendo en beneficio de Valencia. De hecho, Valencia ha hecho de l’Horta Sud una comarca satélite donde ha externalizado todo aquello que le molestaba. Las infraestructuras al servicio de la ciudad se han hecho a costa de arrasar hectáreas de huerta y crear el desbarajuste urbanístico que tenemos ahora.
Otro factor que ha incrementado la tragedia es la alta movilidad urbana con vehículos privados. Según el Plan Básico de Movilidad del Área Metropolitana de Valencia (2018), se realizan una media de casi 900.000 desplazamientos de entrada y salida a la ciudad cada día. En 1957 había un parque automovilístico débil, pero hoy hay más de 700 coches por cada 1.000 habitantes. La inundación de este año sorprendió a muchas personas en la carretera o intentando salvar sus coches de los garajes. La gran cantidad de vehículos arrastrados por la riada ha convertido la comarca en un cementerio de chatarra, dificultando aún más las tareas de limpieza.
Avenida Carlos Ferrís de Albal. Imagen del día después de la riada del 14 de octubre de 1957. Foto Fortuny/Morellá.
Las infraestructuras de defensa contra inundaciones también marcan diferencias entre las dos riadas. Aunque la gran riada de 1957 devastó Valencia y 22 pueblos del norte y sur de la ciudad, el régimen franquista optó por dar una solución solo a la capital mediante la construcción del Nuevo Lecho del Turia, el llamado Plan Sur. Se perdió la oportunidad de dar una solución metropolitana al problema y la Horta Sud quedó a merced de futuras riadas, con las consecuencias que hemos visto este año. El Nuevo Lecho del Turia ha salvado Valencia, pero todo lo que ha quedado al sur de esta obra hidráulica ha quedado devastado; es decir, las pedanías del sur de Valencia y diecisiete de los veinte pueblos de la Horta Sud han quedado inundados. Un agravio histórico vergonzoso e intolerable que la Horta Sud no se resignará a perpetuar.
Esta discriminación histórica se extiende desde el mismo momento en que se concibió el Plan Sur. Es importante resaltar que en el caso de Aldaia, desde 1975, el planeamiento urbanístico contempla la canalización y desvío del barranco de la Saleta hacia el barranco de Poio. Un proyecto que luego se recogió en el Plan General de Ordenación Urbana de 1990 y que ha sufrido diversas modificaciones, adaptaciones y obstáculos.
A pesar de ello, desde 1958 hasta hoy los gobiernos central y autonómico se han mostrado incapaces e ineficaces para dar una solución a la Horta Sud para mitigar el problema de las inundaciones. La desidia política, la falta de conciencia real del problema por parte de la clase política y los tortuosos laberintos burocráticos de la Administración pública, donde los diversos proyectos hidráulicos de defensa contra inundaciones han ido pasando de despacho en despacho de técnicos y políticos, han impedido hasta la fecha la ejecución de obras hidráulicas contra riadas que, de haberse hecho, podrían haber evitado las muertes y daños materiales ocurridos en 2024.
Las soluciones que nunca llegaron
La CHX empezó a diseñar en los años noventa del siglo XX las primeras propuestas globales de ingeniería hidráulica de defensa contra inundaciones en la cuenca del Poio. Tras mucha presión por parte de los alcaldes, el 24 de abril de 1995 la CHX aprobó el proyecto básico de “Restitución y adaptación de lechos naturales de los barrancos del Poio, Torrent, Chiva y Pozalet”. Contemplaba la canalización masiva de 42 km de lechos de barrancos, pero fue descartado por el peligro de acelerar el aterramiento de la Albufera. De este proyecto, solo se canalizaron 7,2 km desde aguas arriba de Paiporta hasta un punto situado a 3.900 metros de la desembocadura en la Albufera.
Otro proyecto que nunca se ejecutó fue la construcción de una presa en la cabecera de los barrancos del Poio y Pozalet, aguas abajo de la localidad de Cheste, con un volumen de embalse de 8 Hm3, para mitigar las avenidas de la parte alta de la cuenca, reduciendo así los caudales máximos aguas abajo. Sin embargo, este proyecto, que encontró la oposición del ayuntamiento de Cheste, fue descartado en 2004 por el Gobierno central. Con su cancelación, se plantearon propuestas alternativas.
La alternativa llegó después. En abril de 2006 se presentó la memoria resumida de impacto ambiental del proyecto “Adecuación Ambiental y Drenaje de la Cuenca del Poio Vertiente a la Albufera”, que se sacó a información pública en 2009. El nuevo plan, aún vigente, opta por actuaciones respetuosas con el medio natural. Se trata de una nueva propuesta hidráulica general de cuenca más compatible con la preservación de la Albufera. La parte más singular del proyecto es la construcción de dos canales a cielo abierto llamados vías verdes que desviarían una parte importante del caudal de los barrancos de la Saleta y del Poio hacia el Nuevo Lecho del Turia.
Este proyecto, además, intenta dar solución a la compleja red hidrográfica que forman los barrancos de Poio, Pozalet y Saleta en los términos municipales de Ribarroja de Turia, Quart de Poblet y Aldaia. El Pozalet se considera la parte alta del barranco de la Saleta, pero en realidad están separados por una llanura de inundación en la zona conocida como Pla de Quart. De hecho, el lecho de la Saleta comienza en el cruce entre la A3 y el polígono industrial de Quart de Poblet. Y la situación se complica debido a que esta red ha sufrido variaciones en los últimos cuarenta años debido a la construcción de zonas industriales y comerciales y de autovías como la A3 Madrid-Valencia y la A7. Tanto es así que, a partir del cruce de las autovías A3 y A7, existen interacciones entre estos tres barrancos, que en situaciones de avenidas provocan intercambios de caudales de agua que terminan en su mayoría en el barranco de la Saleta, inundando Aldaia y parte de Alaquàs y Xirivella.
Resumen del proyecto de adecuación de los barrancos de la cuenca del Poio vertiente a la Albufera.
- Actuaciones de reforestación y de corrección hidrológica en la cuenca alta del Poio.
- Construcción de una zona verde inundable en el barranco del Pozalet, aguas arriba de la A7.
- Zona verde inundable alrededor del barranco de Pozalet aguas arriba de la A-7.
- Vía verde en el lecho del Pozalet, aguas abajo de la A7.
- Zona verde inundable en el Pozalet en el término de Quart de Poblet y drenaje hacia el barranco de la Saleta de Aldaia.
- Actuaciones en el barranco de la Saleta en el término de Aldaia (conducción por el norte de Aldaia y adecuación del barranco dentro del núcleo urbano de Aldaia y obras complementarias).
- Desvío de la Saleta: vía verde Aldaia-Xirivella-Nuevo Lecho del Turia.
- Canalización de una parte del caudal de la Saleta por el canal de drenaje del Distribuidor Comarcal Sur (CV-33).
- Desvío de la vía verde barranco del Poio por Picanya hacia el Nuevo Lecho del Turia.
- Actuaciones puntuales de corrección y estabilización del lecho del Poio en el paso del barranco por los núcleos urbanos afectados.
Fuente: Memoria resumida de impacto ambiental Adecuación Ambiental y Drenaje de la Cuenca del Poio Vertiente a la Albufera (Confederación Hidrográfica del Júcar). Elaboración propia.
Uno no puede dejar de pensar que, de haberse ejecutado completamente este proyecto, podría haber mitigado en gran medida la inundación del pasado 29 de octubre. No obstante, la realidad es tozuda. Los ayuntamientos de la Horta Sud, principalmente Aldaia, Xirivella, Torrent y Paiporta, llevan años reclamando estas obras tanto al Gobierno central como a la Generalitat Valenciana. Pero el avance de los proyectos ha sido extremadamente lento, dejando a estas localidades completamente desprotegidas frente a las inundaciones.
Los cambios políticos en los gobiernos central y autonómico –con varios gobiernos del PSOE y el PP– que se han producido desde ese lejano 2006 hasta el momento presente, la nueva legislación ambiental aprobada en este período y la falta de consignación presupuestaria para ejecutar las obras, han obstaculizado el proyecto. Cuestiones muy difíciles de entender para una ciudadanía dolida que ha perdido familiares y amigos, casas, empresas y enseres domésticos de primera necesidad.
Un claro ejemplo de estas incongruencias y desidia es la obra de desvío Vía Verde Aldaia-Xirivella-Nuevo Lecho del Turia. Esta se licitó en enero de 2011, con la consiguiente expropiación de terrenos, pero nunca fue adjudicada ni ejecutada. Se paralizó tras las elecciones del 29 de julio de 2011. La declaración de impacto ambiental finalmente caducó en 2017.
El Ayuntamiento de Aldaia lucha por desbloquear el proyecto. De hecho, como si fuera una premonición de lo que iba a venir, el alcalde de Aldaia, Guillermo Luján, tuvo dos reuniones de alto nivel para desbloquear el proyecto. La primera fue el 5 de julio de 2024 con la Directora General de Agua, Sabina Coretti, y el Subdirector General de Evaluación Ambiental y Paisaje, Miguel Montañana, de la Generalitat Valenciana.
La segunda fue el 19 de septiembre de 2024 con el Secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán. En ambas reuniones tanto la Generalitat como el Ministerio de Medio Ambiente manifestaron su disposición para agilizar el proyecto. Veremos si cumplen. A día de hoy, el proyecto está pendiente de aprobación definitiva por parte de la Comisión Estatal de Evaluación Ambiental del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Mientras se vislumbra una solución hidráulica de defensa contra las inundaciones y se exigen responsabilidades políticas por la desidia y descoordinación en el sistema de alerta a la población aquel fatídico 29 de octubre, la indignación cala en una ciudadanía triste y decepcionada. Los muertos siguen siendo enterrados y las calles siguen aún llenas de barro. En todo caso, esta obra es prioritaria e inaplazable si se quiere dar una solución global a la cuenca del Poio. Pero no olvidemos que el agua siempre regresa a su cauce, el mayor riesgo es olvidar que puede volver a suceder.