Si John Dewey (1859-1952), filósofo y pedagogo estadounidense considerado el más importante del siglo XX en su país y líder del movimiento de la Educación Progresista, se levantara de su tumba en el cementerio de Oakwood, Easton, Connecticut (EE.UU), y observase lo que se avecina en su país, su asombro, incomprensión e incredulidad serían enormes.
Él que fundó la Laboratory School en Chicago, con el que modificó las tradicionales clases de enseñanza y memorización en sesiones prácticas y colaborativas, y cuyo discípulo, William Heard Kilpatrick, crearía en 1918 el método de proyectos, seguramente se quedaría atónito, desconcertado y horrorizado ante la realidad educativa y social de su país.
Durante decenios, sus ideas y sus textos, ha sido un referente pedagógico en la lucha contra la enseñanza tradicional que, para él, estaba obsoleta, concebida para una transmisión de conocimiento «de arriba abajo». En contraste, defendía una educación «de abajo arriba», orientada no solo al aprendizaje de contenidos, sino también a la formación de cuidadanía capaz de participar activamente en una convivencia democrática.
Si se levantara de la tumba hoy y mirara la situación actual de Estados Unidos, Dewey, que creía firmemente en la democracia, la educación y el pensamiento crítico, y sus ideas se fundamentaban en la experiencia, el diálogo y la mejora continua no sabría qué es lo que ha pasado. Para él, la participación en la sociedad era esencial, y buscaba siempre promover el compromiso de los ciudadanos con la democracia a través de un proceso de aprendizaje constante y colaborativo. Su desconcierto no tendría límites.
Y se comprende su desconcierto. Dewey consideraba la educación como el principal medio para promover la democracia y la participación en la sociedad. Hoy, en su país, con las crecientes disparidades educativas, la desigualdad en el acceso a recursos y la crisis de la educación pública, es probable que Dewey se sintiera profundamente desconcertado. Para él, la educación no se limitaba a la simple adquisición de contenidos, a la repetición y a la memorización, sino que debía fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de los ciudadanos para participar plenamente en la vida social y política. Frente a los debates actuales sobre la educación en casa, la educación pública y las pruebas estandarizadas, Dewey seguramente continuaría predicando un enfoque más inclusivo y participativo. Sin embargo, dada sus ideas y su postura desafiante frente a las estructuras rígidas del nuevo gobierno que va a tener su país, seguramente sus ideas fueran rechazadas por los poderes establecidos, e incluso que sus propuestas fueran vistas como una amenaza para el sistema educativo tradicional.
Dewey defendía la democracia como un proceso dinámico y en constante evolución. Aunque creía en lo colectivo, enfatizaba que la democracia solo funcionaría si los individuos estaban dispuestos a dialogar y cooperar. La creciente polarización política en EE. UU. y el auge de la desinformación serían, sin duda, motivo de profunda preocupación, confusión y perplejidad para él. Dewey probablemente argumentaría que este clima de división refleja un fracaso de la educación cívica y del pensamiento crítico en muchos sectores de la sociedad. Vería con alarma cómo el debate político se ha desviado hacia los gritos y las confrontaciones, en lugar de ser un intercambio reflexivo y constructivo de ideas.
Y, en esa época, no había redes sociales, pero Dewey entendía la importancia de los medios de comunicación como una herramienta esencial para la democracia, ya que permiten el intercambio de ideas y la reflexión pública. Por tanto, la propagación de noticias falsas y la manipulación de la información a través de las redes sociales sería un tema importante para él. Dewey creía en la necesidad de que las personas estuvieran bien informadas para tomar decisiones razonadas. Por tanto, en lugar de simplemente criticar el fenómeno de la desinformación, probablemente defendería la educación en medios, el pensamiento crítico y la necesidad de que los ciudadanos aprendieran a discernir entre información veraz y falsa. Pero, seguramente, se reirían de su proclama y no le harían caso.
Dewey veía la participación en la política y la vida social como una forma de aprendizaje continuo. En el contexto actual de Estados Unidos, con un creciente desinterés por las instituciones y el desencanto hacia el sistema político, Dewey gritaría que el pueblo se implicara más en la resolución de problemas comunes. Y les diría que el aprendizaje no solo sucede en las aulas, sino que también debe ser un proceso continuo a lo largo de la vida, y que los ciudadanos deberían involucrarse en el proceso democrático de forma más activa para no ser manipulados.
Dewey probablemente vería con gran consternación muchos de los problemas actuales en Estados Unidos, problemas que podrían extenderse a otros países, y quizás se sentiría tentado a regresar para siempre a su tumba. Sin embargo, también nos diría que continuemos luchando por un renovado enfoque en la educación cívica, el pensamiento crítico y la participación democrática como medios para mejorar la sociedad. Nos instaría a encontrar formas de involucrarnos en los debates actuales, especialmente en los ámbitos educativos, políticos y cívicos, para redirigir el curso de los eventos hacia una sociedad más democrática y reflexiva, tanto en su país como en los nuestros.
Nos recordaría la importancia de luchar por los principios de una educación inclusiva y un diálogo reflexivo, y por una democracia más robusta que no dependa únicamente del voto, sino de la interacción constante entre los ciudadanos para resolver los problemas comunes. Nos diría: “Recuerden, el aprendizaje se da cuando compartimos experiencias, y eso solo es posible en un ambiente democrático donde no haya barreras al intercambio de pensamiento”. Y, se retiraría nuevamente a su tumba, tal vez para no presenciar el horror que aún podría estar por venir.
1 comentario
Buen artículo.
Pero me gustaría saber también que ocurrió en la práctica con la metodología de Dewey. Las malas lenguas dicen que si no triunfó fue porque su escuela fue un desastre… ¿Qué ocurrió realmente?