La presencia masiva de alumnas en la escuela mixta de todos los niveles, ha producido un cambio simbólico fundamental en la vida de las adultas y, por tanto, de los adultos, pero no así un cambio real en el reparto de tareas y funciones, riqueza, tiempos y espacios.
En los países donde las niñas van al colegio durante una etapa relativamente larga, están fuera del deber de los aprendizajes domésticos por repetición e imitación, desde la temprana infancia. Pueden dedicarse a ellas mismas, a aprendizajes extradomésticos, profesionales, intelectuales, físicos y otros, que no se enseñan ni aprenden en los hogares. Es decir, pueden tener acceso, al menos simbólico, a un proyecto de vida basado en la libertad de elección: de estudios, empleo, matrimonio y maternidad, tiempo libre, relaciones. Esto significa un cambio copernicano respecto a la vida de sus antepasadas no escolarizadas o escolarizadas nada más que para aprender las labores propias de su sexo.
En los últimos cincuenta o sesenta años, este fenómeno ha recorrido el mundo, como ya hemos apuntado en otro artículo anterior. A sí es que para las jóvenes, sus trabajos y sus días se muestran bien distintos y aparecen sin modelos previos a seguir.
Las mujeres de las sociedades autoritarias y tradicionales no tienen por qué ir a la escuela, pues a nadie le interesa que aprendan nada extradoméstico, ni a ellas mismas. Pero lo cierto y verdad es que la educación escolar está considerada un bien intangible de primer orden y base de la prosperidad de los pueblos del mundo. Y, en estos tiempos de discursos pro derechos humanos incluso de las mujeres, no se puede negar que para ellas también es un bien innegable.
Pero este bien adquirido cambia las cosas de arriba abajo. Quizás por ello, la humanidad ha tardado tanto en consentir que las niñas y las jóvenes acudieran a escuelas, institutos de secundaria y universidades. Aprender no es neutro. El aprendizaje te hace más libre, te dota de autoestima y te pone en disposición de emitir opiniones informadas y de desarrollar la creatividad, la innovación y el espíritu crítico. La educación escolar te pone en disposición de ascenso en la escala social y te facilita un nuevo autoconcepto basado en destrezas, conocimientos y habilidades adquiridas, que te dan la oportunidad de escapar a un destino preescrito.
En el caso de las mujeres mucho más. Como hemos dicho antes, les da la oportunidad de plantearse elecciones vitales, sociales y profesionales.
Y, ¿cuál es el resultado a simple vista de estas oportunidades para elegir? Vamos a centrarnos más en nuestro entorno inmediato y en el caso de las adultas:
1.- En cuanto a opciones académicas y profesionales: ellas se concentran en sectores relativos al cuidado y estética de personas y cosas, atención al público, ayuda.
2.- En cuanto al uso del tiempo libre: relaciones personales, belleza y salud, viajes, entretenimientos contemplativos.
3.- En cuanto a relaciones interpersonales: búsqueda de parejas afectivo-eróticas duraderas, concepto del amor como fuente específica de satisfacción y de felicidad, postergación del placer propio en beneficio del ajeno, consideración de la amistad como incondicional, rivalidad respecto a compañeras y amigas, búsqueda y valoración de la intimidad y del alter ego en otras.
4.- Deseos propios basados en la dependencia emocional, erótica y sentimental y en la ambición económica rebajada y subsidiaria, maternidad de alta exigencia, prevención o, incluso, miedo ante la soledad, explorar y ver mundos y compartir experiencias, ayudar como objetivo ético y estético.
Por supuesto que de los estereotipos de género se puede escapar y muchas ya lo hacen, pero las estadísticas de usos del tiempo, sectores de actividad, desempleo, tipos de empleos, nivel de ingresos etc…, no cambian hace muchos años. Las mujeres tienen muchas más probabilidades que los hombres de dedicar una buena parte de sus tiempos al trabajo, tanto pagado como no pagado, a renunciar a sus empleos para cuidar, a elegir puestos y funciones poco exigentes con el tiempo, la presión y la responsabilidad, a ser más pobres y a no disponer apenas de tiempo para sí mismas.
Así es que “los trabajos” de las mujeres en su conjunto son peor remunerados, discontinuos, parciales, interrumpidos y desprofesionalizados. Los trabajos remunerados, porque si hablamos de los no remunerados, domésticos y familiares, son continuos, exigentes, de jornada interminable, de responsabilidad e implicación afectivas e interiorizadas. Y si se trata de trabajo voluntario de carácter social, también tiene estas características.
Y “los días” de las mujeres carecen de tiempo y de libertad, de descanso, de espacios propios y de ocio productivo.
Y, aunque creamos que estas formas ya han desaparecido, no tenemos más que fijarnos bien en nuestra realidad propia e inmediata y bajarnos del prejuicio y del espejismo de la Igualdad. Un amplio número de mujeres y hombres parecen vivir aún en el planeta rosa y en el azul.
La escuela mixta no ha logrado coeducar para un mundo común, no enfrentado, equitativo y saludable para mujeres y hombres y, por tanto, los trabajos y los días de mujeres y hombres, aún no se pueden equiparar ni de lejos.