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Hace pocos días el ministro de educación francés anunciaba las nuevas medidas sobre el uso de los móviles en las escuelas francesas para el curso que viene. En las aulas ya estaban prohibidos, pero en septiembre de 2018 se extenderá la restricción de uso a los patios y los pasillos. Más allá de su aplicación en los distintos centros, vale la pena analizar las motivaciones que llevan a esta propuesta. Las medidas, explicó Jean-Michel Blanquer, parten de razones pedagógicas pero también emplazan la preocupación sobre las pantallas por el riesgo que según él conllevan en términos de salud pública.
Ante este escenario, es importante dar un paso atrás y tomar perspectiva. Más que entrar a discutir la conveniencia o no de la prohibición, vale la pena revisar los principios en los que se fundamenta.
- Asumir que el uso de las pantallas afecta a la salud pública: el primer error es pensar en el móvil como pantalla y no como herramienta. Digamos que lo piensan des de un uso exagerado, demonizando “las pantallas” y hablando de adicción sin considerar la dimensión patológica del término. Una cosa es mal uso, otra cosa es una dependencia enfermiza. Esto nos lleva a recordar que el móvil no es sólo una pantalla o un dispositivo. Es una herramienta multiusos que puede disrumpir por completo el sistema educativo. Es una ventana al mundo entero y es la posibilidad de alimentar la curiosidad en cualquier momento y lugar. Está claro, eso tiene ventajas e inconvenientes. Pero es como los cuchillos: no los vamos a prohibir en el comedor por los posibles usos violentos, lo que haremos es educar en el cómo, cuándo y para qué usarlos.
- Pensar que prohibir el móvil soluciona el ciberacoso: Una de las intenciones es evitar los vídeos grabados en reciento escolar que después se puedan subir a internet para burlarse. Quien quiera hacer un vídeo, lo hará a la salida. Y quien quiera burlarse, no necesita un vídeo para ello. El ciberacoso es justamente una línea roja que hay que trabajar. Pero es una cuestión conductual y no instrumental. Las soluciones contra el bullying pasan por educar el respeto, educar en la identificación de las situaciones del abuso de poder y hacer conscientes de su responsabilidad a los cómplices necesarios. Se puede educar el ciberacoso sin el móvil en la mano, pero irá bien trabajarlo en combinación con ello.
- Creer que los centros educativos libres de móviles ganan la guerra “interminable” entre profes y alumnos: algo estamos planteando mal si los móviles son motivo de guerra y discusión en las aulas. Con todo el potencial educativo que tienen que sólo sirvan para generar discusión indica que estamos todavía muy verdes.
A su favor diré que donde menos me preocupa que se prohíba el móvil es en los espacios del recreo. Ahí sí que me parece acertado favorecer la conexión con los niños y niñas que te rodean, el estímulo de la imaginación y sobretodo la interacción y el juego simbólico son fundamentales para el desarrollo. Aunque deberíamos revisar qué perjuicio tiene que vean vídeos de su youtuber de referencia y los comenten. Quizá lo interesante es ayudarles a identificar qué es educativo y qué no, qué conviene ver y qué no. De qué nos podemos reír y qué cosas no hacen ninguna gracia. Y ya de paso, planteemonos si creemos que lo “bueno” o “normal” es algo que se parezca a la socialización que tuvimos en el siglo XX cuando estamos en el XXI y los avances son de vértigo.
En definitiva, la prohibición es una solución cortoplacista que no pretende comprender el fenómeno en su complejidad y que deja los móviles a la altura de un estorbo que hay que apartar, ladear y obviar en lugar de gestionarlo. No estamos ante un problema pedagógico o un riesgo para la salud. Estamos ante un fenómeno social muy relevante que ha venido para quedarse. Queramos o no, cuanto antes lo abordemos pensando en términos de cómo mejoramos los procesos de aprendizaje y cómo los ponemos a nuestro favor para explorar nuevos límites, nuevos temas y trascender las propias paredes de los centros, mejor.
Cambiar el punto de vista es un paso indispensable para repensar las medidas desde la inteligencia emocional, el acompañamiento y la maduración del autocontrol. Los alumnos, y de hecho todos, necesitamos aprender qué nos aportan los móviles y en qué circunstancias está bien usarlos y cuándo no. Esos códigos de relación con o sin móvil o a través de él, forman parte de la experiencia de la socialización. Y hoy, educar en la socialización digital es tan o más importante que en la socialización analógica. Lo que seguro no veo es cómo vamos a educar en ello desde la prohibición. Porque lo que se prohíbe se tacha. Se ladea. Se empuja al margen. Y si educar es una conversación constante sobre la danza entre los límites y las posibilidades, la prohibición coarta el cuestionamiento. Porque lo que se prohíbe, no se puede educar.