Por qué cambiar el currículo
Que nuestro sistema educativo necesita un cambio cualitativo importante es algo que han venido solicitando los MRP. Cambio que debe darse tanto a nivel de Estado como a través de los territorios que hoy lo conforman.
Hacer un cambio en el sistema educativo es algo muy complejo, difícil y largo, especialmente si se intenta llegar a un consenso de ley que la haga duradera y más si se trata de un acuerdo social y no solo parlamentario. Parece, en todo caso, imposible llevarlo a cabo en una legislatura a no ser que sea algo impuesto, como lo fue la LOMCE. Algo de eso sabía, por ejemplo, Esperanza Aguirre cuando fue ministra de Educación en una legislatura en que el PP no podía llegar a cambiar una ley como la LOGSE.
En este sentido, hay varias razones para hacer cambios curriculares y empezar a hacerlo ya.
En primer lugar, porque existe en nuestro sistema educativo (más que otros del entorno europeo) una enorme presión dada la extensión y cantidad de contenidos del curriculum actual, por tener que abarcar un contenido desmembrado, además de inabarcable, al que le hacen perder coherencia y potencia las repeticiones, las lagunas…La cantidad de currículum se prioriza sobre la calidad del aprendizaje, generando problemas en lugar de dar una solución diversificada a alumnado diferente. El currículo es por tanto otra herramienta para luchar contra la exclusión que existe actualmente y debe empezar a hacerlo ya.
En segundo lugar, para una formación ciudadana en una sociedad compleja y cambiante como la que hoy tenemos, es necesario un cambio curricular con capacidad de “transformación” y no de “repetición”.
Parece importante generar iniciativas que den lugar a transformaciones para dar respuesta a las necesidades de la sociedad y, en particular, a los y las estudiantes que se están formando en las aulas y no pueden esperar a ver “qué queremos hacer”.
Es importante también pensar en una revisión del curriculm porque últimamente se están “vendiendo” propuestas, supuestamente innovadoras (no renovadoras) de organización y cambio curricular, con una buena cobertura de marketing y con nombres que puedan llamar la atención, pero que no significan, en muchos casos, algo real ni profundo. En otros casos se “desgastan” las propuestas novedosas sin haberse llegado a poner en marcha con rigor. Es necesario pararse y reflexionar sobre qué cambios son realmente convenientes y renovadores.
Por último, es importante replantear el papel de los contenidos y de las competencias dentro del currículo. En bastantes ocasiones, desde algunos de esos proyectos innovadores, por ejemplo, se habla de competencias como la “panacea” y parece que se obvia la necesidad del desarrollo de contenido en la propuesta. Puede, incluso, que estas mismas personas estén obligadas a adaptarse al currículo existente actual, sin debatir si determinado contenido o aspecto debe estar presente o no.
Algunas características de ese cambio
¿Para qué educamos?
La primera premisa para un cambio curricular es la de disponer de una finalidad que le dé sentido, así como definir los pasos hasta que llegue a la práctica del aula. Esto significa replantearse y definir previamente. Parece necesario desarrollar el currículo (contenido conceptual incluido) pero hay que plantearse:
• Para qué y en relación a qué finalidad educativa y perfil de alumnado queremos trabajar.
• Cómo: en relación a los valores y formas de aprender que supone lo anterior.
• Cuándo: ajustándolo a cada edad y etapa de desarrollo y posibilidad de conocimiento y no “adelantando” contenido a cursos anteriores, por ejemplo, para abarcar más como una meta en sí misma.
Participativo
Las propuestas curriculares deben ir de arriba abajo y de abajo arriba. Hay que dar coherencia mediante los contenidos y los modelos que se proponen. Hace falta estructurar las propuestas curriculares pensando en la necesidad de formación y desarrollo de la infancia y la adolescencia para desenvolverse de forma solidaria, autónoma y crítica en esta sociedad. Construirlo de arriba abajo exclusivamente, por personas expertas de la universidad puede dar como resultado un diseño que responda a la coherencia disciplinar, aunque sea de forma actualizada. Por otra parte, construir el currículo de abajo arriba implica centrarse en las necesidades inmediatas, con o sin coherencia más global.
Poner en marcha un cambio curricular debe contar, por tanto, con la participación de colectivos que estén cerca de las necesidades educativas de alumnado y sociedad, aunque exista un “contraste” posterior con personas o colectivos expertos en determinadas áreas de contenido.
Analizar la situación de partida y marcar una estrategia
Desarrollar un currículo no es definirlo o redactarlo. Supone que se marquen los pasos para que sea efectivo en la práctica. Podríamos decir que lo importante es el “currículo aplicado”, el que llega al alumnado después de ir dando todos los pasos necesarios. Para llegar a ese desarrollo curricular es necesario analizar la situación y las dificultades de partida y la forma en que se darán los pasos hasta llegar al aula concreta de cada centro, de cada territorio. No hacerlo así supondría una brecha entre lo recogido en un papel (más o menos coherente) y lo real (que seguiría rigiéndose por las inercias de siempre, como en otras ocasiones).
Romper el academicismo y el individualismo
No se propone aquí un cambio del currículo cualquiera. Por ejemplo, es necesario un cambio en la terminología y volver a reconceptualizar pero hay que tener cuidado para que ese cambio no sea solo terminológico. Hay que tener en cuenta que desprenderse del academicismo es costoso incluso para quienes buscamos otras soluciones. Tratar de definir un currículo «perfecto» puede llevar al fracaso al ponerlo en marcha. Si tenemos claro hacia dónde va dirigido el futuro currículo, aun partiendo de la situación actual, se puede ir generando otro tipo de dinámicas (p.ej. de contenido, proyectos colectivos,…) que se dirijan a un cambio más profundo y que luego facilite la eliminación de ciertas estructuras organizativas curriculares que impidan la implantación de un tratamiento más global e interdisciplinar del contenido..
Eso no quita, sino que hace imprescindible, el tener claro el currículo al que se camina y los pasos que dar. Solo de esa manera se tendrá claridad en lo que va a pedirse a los centros: que se tomen determinadas decisiones que hagan salir del academicismo y parcelación actual, así como del trabajo principalmente individualizado. Por supuesto, lo anterior debería llevar aparejada una línea de apoyo real al profesorado y los centros.
En muchos casos en que se alega no poder cambiar nada por la exigencia curricular se estaría contraponiendo esta otra exigencia en la forma de tomar decisiones colectivas e individuales que debiera tener un “rango” superior.
Si entendemos el currículo como algo cerrado en nuestros centros educativos, no avanzaríamos en la creación de una cultura profesional colectiva y estaríamos abandonando la idea de flexibilizar el currículo para que se adapte a las necesidades reales de los centros.
Centrarse en lo esencial
Parece fundamental, si se quiere realmente avanzar, definir lo esencial (aunque se camine hacia un cambio más global) y sobre eso montar la estrategia de aplicación en los centros. Esperar a disponer de un currículo muy bien definido solo en el nivel teórico puede suponer una paralización de cualquier cambio real.
Lo anterior conlleva, entre otros, una serie de aspectos a tener en cuenta:
- La forma que se dará a la necesaria autonomía en centros y las obligaciones que eso supone.
- El acercamiento a centros, comunidad educativa y profesorado, para conocer sus problemas y necesidades (al margen del trabajo de inspección que debe existir).
- Marcar las necesidades de formación colectiva y cercana a esos entornos (al margen de las individuales que puedas existir).
- Qué debate social va a darse que pueda enriquecerlo.
- Qué participación se dará una vez definido para guiar su aplicación en el tiempo.
Mientras no exista un proceso de este tipo es muy posible que las inercias sigan rigiendo la vida educativa aunque se cambien las palabras.
Qué curriculum
Como se deduce del párrafo anterior existen dos debates pendientes
• Qué es lo esencial que debe aprender el alumnado en toda su escolarización (aun dentro de currículo existente actualmente y con la ley educativa que exista).
Se trata de un trabajo “urgente” que debe condicionar la práctica educativa en un plazo relativamente corto y transformar algunos elementos de ese sistema (formación profesorado, atención a las necesidades de centros, autonomía de estos, participación…). Se trata de avanzar en la formación universal aunque diversa, cercana al alumnado, que tenga sentido para nuestra sociedad y ayude a la disminución de la exclusión que hoy existe. Ese trabajo no puede esperar porque cada curso académico que pasa una nueva promoción de estudiantes sufrirá o disfrutará de la educación y la formación que se le ofrece y cada año contribuirá a empeorar o mejorar el grado de exclusión, obsolescencia de la enseñanza que le llega, etc.
En este nivel de debate sí deberían recogerse, al menos de una forma provisional, algunos elementos de mayor “urgencia social” que deben estar porque, entre otras cosas, en la misma sociedad se están demandando de forma muy mayoritaria. Aunque necesitan de una mayor concreción algunos de ellos deberían dar respuesta, por ejemplo, a:
- La igualdad de género en relación a las violencias hacia la mujer y más allá y que incluya, por ejemplo, los cuidados y el reparto de tareas que, además, han de ser tenidas en cuenta socialmente.
- La identidad sexual como derecho.
- Acercamiento al problema climático pero también ambiental, en general, que ya nos está afectando.
- Alfabetización crítica en las redes de comunicación e información.
- La diversidad cultural creciente que hoy día existe
• Hacia qué currículo debe avanzar el sistema educativo en la sociedad actual
Es importantísimo avanzar, paralelamente a lo anterior, en qué línea debe caminar un currículo en la sociedad actual, pero ese debe ser un trabajo más reposado.
Es importante disponer de foros en que se inicie dicho debate. Como ya se ha dicho, como ejemplo, en el XXXII Encuentro estatal de MRP se avanzó en el importante papel de los valores.
Cuando se habla de nuevo currículo hay que pensar en nuevas visiones que la sociedad está aportando, no solo elementos nuevos como la TIC. Hay que plantear interrogantes y problematizar los contenidos pero que, en todo caso, no den una visión inalcanzable por cada alumno y alumna.
Algunos ejemplos podrían ser:
- La visión del ser humano en la naturaleza y que debe cuidar como parte de ella, dejando atrás la orientación que propone una naturaleza como proveedora de beneficio físico o moral al servicio de los seres humanos. Como consecuencia, la necesidad de replantearse aspectos como la sostenibilidad o el crecimiento-decrecimiento,…
- La real y necesaria interdependencia en las relaciones, en lo económico… que debe influir en el concepto de actividad humana más allá de lo profesional, de la igualdad en las interrelaciones, en el concepto de territorio humanizado y creación de espacios de convivencia, etc.
- Los límites que deben existir o, en otros casos, es necesario eliminar, dentro de una sociedad global cuyos elementos de decisión pueden estar más lejanos y condicionar más la vida de toda la población del planeta.
- Cuáles son los campos de saber más allá de las áreas.
El nuevo currículo debería orientarse de manera que sitúe en su lugar al ser humano y la actividad que desarrolle, incluyendo en el mismo nivel hombre y mujer o personas de cualquier etnia, carácter, identidad y creencia de cualquier tipo no excluyente.
Un currículo así debería llevar a replantear la organización escolar completa, por supuesto, e ir condicionando el establecido de forma más provisional como se ha venido comentado a lo largo de este artículo.