De la coeducación se suele hablar en círculos docentes y formativos, sabiendo o no sabiendo de ello. Normalmente decimos “sí, me suena” o lanzamos definiciones imprecisas y aproximativas jugando con el prefijo “co-(n)”. Por ejemplo, decimos que es lo que todo el mundo aprende con y de todo el mundo, sin sentido elitista y en múltiples direcciones. Bien podría haber sido así, pero lo cierto es que este término se acuña en España durante la década de 1980, con un sentido específico, para perfeccionar y completar el significado que aparecía en el DRAE, como “enseñar en una misma aula y con un mismo sistema educativo a alumnos de uno y otro sexo”.
Esta fue en su momento una propuesta muy innovadora y casi revolucionaria, enarbolada por la Institución Libre de Enseñanza y la Escola Moderna, a principios del siglo XX y que no comenzó a prosperar en España hasta la década de 1980, hasta convertirse en sistema generalizado y obligatorio para los centros sostenidos con fondos públicos. Pero esto no era coeducación. Simplemente era educación mixta, como ahora ya sabemos.
En la década de 1980 proliferaron Movimientos de Renovación Pedagógica, asesorías en Centros de Profesorado, grupos de docentes, departamentos en Ministerio,institutos de la Mujer y consejerías de Educación, seminarios, cursos de verano, publicaciones, etc…, que dieron a conocer de forma fructífera los principios, mecanismos y objetivos de la coeducación. Pero fueron diluyéndose a medida que no se generalizaban como obligatorios en la formación del profesorado y quedaban como tendencias o, incluso, como manías y obsesiones un tanto exóticas y, desde luego, voluntaristas y minoritarias.
Así ha quedado durante varias décadas: experiencias valiosas pero aisladas, conmemoraciones y efemérides, premios y distinciones puntuales y una profusión de materiales didácticos coeducativos que hoy día se asientan de forma digital.
Pero nunca hasta ahora se ha tomado en serio, para que forme parte de los currícula escolares formales y ocultos y que llegue, por tanto, a todas las niñas y niños durante su período de escolarización obligatorio y postobligatorio.
Lo que tenemos es una escuela mixta, androcéntrica, llena de parches, poco o nada actualizada a las circunstancias actuales, que no son las mismas ni de lejos que regían en la década de 1980. Podríamos decir que tenemos una escuela mixta “reformada” en cierto modo y parcialmente.
La coeducación es un “sistema de intervención intencionado que, partiendo de la realidad de sexos diferentes y géneros desiguales, pretende la construcción de un mundo común y no enfrentado”.
Para que sea intencionado, ha de desvelar el sexismo y trabajar por su erradicación. La escuela actual no produce sexismo, pero lo reproduce si no lo detiene ni neutraliza.
La realidad de sexos diferentes no tiene que dar lugar a géneros desiguales en oportunidades, trato y condiciones.
Y el mundo común y no enfrentado se refiere a los aspectos humanos de la cultura y la ciencia, llevados a cabo por mujeres y hombres del más amplio espectro, sin sesgos androcéntricos.
Este sería el programa coeducativo en esquema. Como podemos ver, urgente y de toda lógica en los tiempos actuales. Habría que añadir todo lo que se hace necesario por la emergencia de algunos acontecimientos, ampliando el currículo con la educación emocional y sexo-afectiva, un lenguaje para la igualdad y el aprendizaje de relaciones entre iguales sin roles ni estereotipos prefijados.
Algo tan constitucional y democrático como esta propuesta tiene, sin embargo, muchas personas -profesorado y familias sobre todo- indiferentes o detractoras, que se oponen a la coeducación, instaurando, incluso, documentos de repulsa y de objeción para que las familias muestren su negativa a la enseñanza y aprendizaje de la igualdad, como objetivo primordial.
Si no tomamos en serio la coeducación, con la formación masiva del profesorado, la repulsa de actitudes y acciones machistas, la revisión de materiales didácticos y libros de texto y su reforma, la generalización de un lenguaje incluyente y específico que trate con equidad “lo masculino” y “lo femenino”, privaremos a muchas generaciones del disfrute y el conocimiento que propone la coeducación para la igualdad, como salvaguarda de la paz y de la salud.
Hemos de apostar por ello como sociedad, en vez de quejarnos continuamente de los comportamientos de la gente joven.
Ahí están, para aprender y para aprender también la Igualdad.