«Es profundamente desigual». Con estas palabras resume Juan Manuel Moreno la situación en relación a lo que se conoce como «educación en la sombra», es decir, las clases particulares de toda la vida. Se trata de un negocio que mueve, en España, cientos de millones de euros al año. Y aunque ha ganado transparencia en los últimos años gracias a la aparición en Internet de páginas que define como «el idealista de las clases particulares», es decir, buscadores donde encontrar oferta, así como empresas que gestionan este tipo de servicios, sigue funcionando mucho el boca a boca, la economía sumergida.
Moreno ha utilizado los datos que proporciona la Encuesta de Presupuestos Familiares que elabora el INE para hacer un estudio de la evolución del gasto de las familias en este tipo de servicios desde 2006 hasta 2020. El crecimiento, asegura, ha sido imparable en esos casi 15 años. Ni siquiera en los momentos más complicados de la recesión de 2008-2014 o durante el pasado 2020 con la crisis del coronavirus. Con algunas curiosidades, como el hecho de que sean las clases populares las que han sido más constantes en este tiempo.
El informe Educación en la Sombra en España: Cómo las clases particulares se están convirtiendo en un bien de primera necesidad analiza esta variación en los últimos años en la inversión, así como las razones que la motivan o si se produce más en unos sectores sociales que en otros (ingresos, lugar de residencia…). Deja claro que hace décadas en España este tipo de gasto se realizaba como gasto de lujo y, poco a poco, se está convirtiendo en un básico para un porcentaje alto de las familias.
Por supuesto, el uso de servicios de educación en la sombra (se trata de servicios que van en paralelo al sistema educativo y que, en España al menos, facilitan, no fagocitan al sistema educativo) acaba siendo muy desigual. Es una de las conclusiones importantes del informe. Aunque las familias de los quintiles más bajos de renta han sido fieles a las extraescolares todo este tiempo, con un incremento sostenido en el gasto, son las familias del quintil más alto las que gastan más dinero, hasta cinco veces más que las primeras.
Pérdida de confianza y competitividad
España no es, ni de lejos, uno de los peores ejemplos en cuanto a volumen de educación en la sombra. Más allá de países como Corea del Sur o Japón en donde se calcula que entre el 80 y el 90% de los estudiantes de primaria acuden a clases particulares, existen ejemplos en Europa que también hacen levantar la ceja. En Alemania, por ejemplo, en el año 2000 eran el 27% de los estudiantes utilizaban estos servicios. En 2013 ya suponían el 40%; en Reino Unido, en 2005 eran el 18% y en 2019, el 27%, con un 40% en Londres, según los datos elaborados por un informe del diario The Economist de 2021 en relación a la educación en la sombra de los que se hace eco Moreno.
Para el investigador, es el momento de que se piense seriamente sobre la situación en la que se encuentra el sistema educativo español para evitar, lo antes posible, que este sistema paralelo acabe fagocitando al sistema reglado. Habla de ejemplos, como los asiáticos, en los que los docentes de los centros educativos se guardan los mejores materiales para las clases particulares o las resistencias de docentes de secundaria para cambiara exámenes externos para que no repercuta en sus ingresos por las clases preparatorias. «Nos encontramos lejos de esta situación», insiste, pero por ello es interesante estudiar más a fondo las causas y las posibles soluciones.
Entre las causas, señala la pérdida más o menos paulatina, de confianza de las familias en que el sistema ordinario sea suficiente para alcanzar los logros que esperan de él. Esto ocurre en todo el sistema, en la red pública y privada, aunque los motivos de unos y otros sean más o menos diferentes. Moreno es optimista en cuando a la posibilidad de recuperar esta confianza en la escuela. Sobre todo porque el gasto en educación en la sombra denota las altas expectativas de las familias en relación al proceso educativo, hablan de su preocupación y de hasta qué punto están dispuestas a hacer sacrificios.
Para él, la manera de que la escuela recupere cierta cantidad de confianza de las familias, o al menos no empeore la situación, para por un aumento de la personalización de los aprendizajes. Nombra en el estudio programas como los PROA o ÉXIT (en Cataluña) que se pusieron en marcha tras la aprobación de la LOE. A pesar de que durante el tiempo en el que estuvieron presentes el gasto en clases particulares no disminuyó, Moreno piensa que es posible que dicha inversión hubiera sido todavía mayor si no hubieran existido. Moreno señala las tutorías individualizadas como herramientas interesantes y el papel que jugará el sector online en toda esta situación, principalmente para las familias de menos recursos.
Además de la pérdida de confianza está el aumento de la competitividad en el sistema educativo; mayor en secundaria, cuando hay que enfrentarse, por ejemplo, a la EvAU «y una décima decide», comenta Moreno. «La ventaja competitiva marca la diferencia», insiste, de manera que crece el peso de las academias preparatorias. «Ahora compito con mucha más gente por una misma plaza y ni siquiera la escuela privada puede asegurármela».
Las familias pobres siempre aguantan
Entre los datos que se destacan en el informe está el hecho de que en los años de la gran recesión entre 2008 y 2014, aunque el gasto en educación en la sombra no para de crecer, lo hace principalmente de manos de las familias de menos ingresos. Moreno confiesa que le sorprendió esta situación. Como también la de que en 2020, durante el confinamiento, fuera precisamente este sector social el que aguantara dicho gasto en clases particulares, frente a unas clases acomodadas que renunciaron a él.
Aunque no hay datos concluyentes y sería necesario aumentar la investigación en este sentido, Moreno aventura algunas hipótesis posibles. En el caso del confinamiento, a pesar de que todas las familias (o la mayor parte) tuvieron que quedarse en casa con sus hijos, el capital cultural de padres y madres pudo influir en la decisión de continuar con las clases particulares para que los hijos no perdieran oportunidades de aprendizaje. Tal vez las familias de mayor capital cultural vieron menos necesario este esfuerzo durante los meses de confinamiento.
En relación a cómo durante la gran recesión también tuvieron importantes cotas de crecimiento y de aguante a pesar de la dificilísima situación económica, cabría destacar el hecho de que en no pocos casos se redujeron gastos como el vestido e incluso la comida, mientras que las clases particulares se mantuvieron o crecieron. Una hipótesis plausible podría ser la de que durante ese tiempo también el abandono escolar temprano sufrió importantes reducciones, con la vuelta de miles de personas a las aulas o su no salida. Es posible que las familias vieran la necesidad de hacer este gasto en unos años en los que el trabajo no cualificado estaba sufriendo importantes reducciones. Aunque para Moreno, esta hipótesis no explica 100% este fenómeno, que califica de contraintuitivo.