Iniciamos EDUCRÍTICA en 2019, el Congreso de Educación Crítica, un espacio de encuentro, reflexión y debate sobre la educación desde una perspectiva crítica, emancipadora y comprometida socialmente, en la Universidad de León. Después se continuó en el campus de Segovia, de la Universidad de Valladolid y en 2024 en la Universidad Complutense de Madrid.
Lo iniciamos sabiendo que necesitamos a toda la tribu (medios, influencers, redes sociales…) para educar a uno solo de sus miembros. Sabiendo que no solo es únicamente responsabilidad de la educación el modelo social y la cultura colectiva de una sociedad. Pero entendemos que la educación es un espacio de disputa de las narrativas hegemónicas que se han normalizado y asumido actualmente: ese “pensamiento único” hegemónico del neoliberalismo que apuntala al sistema capitalista y al neofascismo.
Un neofascismo cuyo auge está arrollando en España, en Europa, en Latinoamérica y en el mundo, blanqueando la barbarie de que el 1 % (los ultrarricos) haya acaparado el 95 % de los recursos del planeta, siendo cómplice del genocidio transmitido en directo por sus propias víctimas en Gaza, Cisjordania y Líbano que nos hará preguntarnos dentro de 50 años cómo fue posible que permitiéramos este nuevo holocausto con total impunidad. Un neofascismo ultraneoliberal que, a su vez, apuntala este capitalismo incompatible con la vida y la supervivencia de un planeta que no tiene suficientes recursos para dar satisfacción a los deseos que generan los medios y la publicidad, un planeta al que estamos esquilmando y destruyendo las posibilidades que le quedan para ofrecer un futuro de habitabilidad posible a las siguientes generaciones.
Decía Gramsci que cuando la ideología de la clase dominante es asumida por la clase dominada no se necesitan tanques de ocupación. Y, en esto, la educación tiene un papel clave. En estos encuentros nos preguntamos qué principios, qué valores, qué ideología estamos transmitiendo en el actual sistema educativo.
Por eso hemos impulsado los EDUCRÍTICA desde 2019 desde una pregunta que nos acucia: ¿qué hemos hecho en los últimos veinte años en la escuela y la universidad para que tanta gente y tantos jóvenes voten hoy al fascismo, al nefascismo que ha asumido los postulados del neoliberalismo con absoluta pasión?
Aunque la ideología de las actuales generaciones no se debe solo a la educación formal, hemos de ser conscientes de que la escuela y la universidad son espacios educativos cruciales, por los que pasa buena parte de la población (al menos durante 10 años), que deberían estar disputando y combatiendo ese pensamiento único.
El año pasado una alumna me dijo en clase: “profe, usted está politizando la asignatura”. Dejé transcurrir un rato y, tras un silencio, la miré fijamente y la contesté lo siguiente: “tienes un 10, por fin has entendido lo que estamos haciendo en clase, lo que es la educación”. Porque la educación es política. No lo digo yo. Lo dicen Freire o Jaume Carbonell. Y quien afirma lo contrario es quien más política está haciendo, pero negando abiertamente lo que hace sistemáticamente: mantener el status quo, contribuir al capitalismo y su injusticia, desigualdad, saqueo y opresión, al no cuestionar sistemáticamente su barbarie.
La verdadera munición del sistema no son las balas o el gas lacrimógeno, es nuestro silencio y nuestra indiferencia cómplice. Como decía Martín Luther King: nuestra generación tendremos que arrepentirnos no tan solo de las acciones infames de la mala gente sino del terrible silencio de la buena gente que miraba para otro lado para no complicarse la vida.
Luccio Anneo Seneca decía en el siglo cuarto antes de nuestra era: “no nos atrevemos a hacer muchas cosas porque aseguramos que son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”.
Tenemos que atrevernos a desobedecer el sistema y soñar otra educación posible, otro mundo necesario.
Este es el sueño de EDUCRÍTICA desde 2019 que trata de impulsar 3 finalidades:
- La primera organizarnos: “ellos” están organizados; nos leen, nos estudian, nos analizan. Y aprenden a utilizar las estrategias de la izquierda y a combatir todas las tendencias críticas que hay en educación. Debemos tomar nota nosotros también. Tenemos que leerlos y estudiarlos en profundidad. Y organizarnos para construir redes de apoyo mutuo, estructuras que coordinen y unan la lucha por una educación crítica y comprometida socialmente con un mundo más justo y mejor, con el bien común.
- En segundo lugar dar la batalla cultural: para combatir esta peste, como la denominaba Albert Camus al fascismo, que no son más que los perros de la guerra del capitalismo, que los sueltan estos últimos cuando ven peligrar algunos de sus privilegios, bajando el telón de la ficción democrática. Ellos han emprendido su batalla cultural contra el marxismo, el feminismo, la igualdad o la inclusión y la interculturalidad. No podemos ponernos de perfil porque nos están ganando la batalla por goleada.
- En tercer lugar, hacer política: no solo ofrecer alternativas educativas que poner en práctica, en acción, esa utopía educativa posible y necesaria, sino también influir en las políticas educativas para que ese cambio, esa utopía se convierta en cultura de toda la comunidad educativa y la comunidad social. Ser la voz de la educación crítica y tejer redes de educación crítica que impulsen este cambio también a nivel político. Porque necesitamos voluntad política para plasmar un sistema educativo público, laico, democrático, inclusivo y del bien común.
Por eso este sueño seguirá vivo en los siguientes congresos de EDUCRÍTICA que se celebrarán en 2025 en la Universidad de Málaga, en el último fin de semana de septiembre, como viene siendo tradicional, y el EDUCRÍTICA de 2026 que se celebrará en la Universidad de Valencia.
Finalicé el congreso de EDUCRÍTICA 2024 en Madrid convencido aún más de que debemos educar en la igualdad, en la justicia social, en el bien común y en los derechos humanos desde una pedagogía claramente antifascista, sin concesiones ni medias tintas. Porque no se puede ser demócrata sin ser antifascista. No podemos educar en y para la democracia y para el bien común sin educar en el antifascismo.