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Las misiones pedagógicas fueron uno más de los sueños rotos de la Segunda República española y, como ella, duró el suspiro de un lustro, de 1931 a 1936. Llevar la alta cultura y el entretenimiento desde la gran ciudad a la España rural era, según María García, profesora de la UNED, directora del Instituto de Investigación en Humanidades y Patrimonio UNED-Alcañiz y experta en este proyecto, lo que se intentó. Acercar esa cultura en forma de teatro, literatura, cine, música o pintura a pueblos que vivían a kilómetros y años de distancia de las ciudades.
Hace unos días, varias decenas de docentes (y no docentes) de diferentes edades participaron en una corta misión pedagógica que recorrió los pasos del poeta Luis Cernuda por cinco pueblos de Teruel. En coche y en una sola jornada, revivieron estas actuaciones singulares que en 1934 llevaron al poeta por cinco municipios de la provincia.
La idea la tuvieron Maximiliano Alcañiz, docente en el Servicio Provincial de Educación de Teruel, y la propia María García que, unos días antes, recorrieron la zona para estudiar la posibilidad de replicar, en forma de homenaje al poeta, a las misiones y al patrimonio de la zona, la misión que se produjo entre el 15 y el 25 de mayo de 1934.
Cernuda, a pesar de ser ya poeta en aquel momento, explica García, no había alcanzado la fama internacional que le vendría después. Pero como muchos otros artistas e intelectuales de la época, vio en las misiones pedagógicas promovidas por la República un modo de compromiso cultural y social con sus conciudadanos.
No participó en tanto que literato, sino acompañando a lo que se conocía como el Museo del Pueblo, una serie de réplicas, en diferentes tamaños y formatos, de obras de arte muy conocidas y representativas del patrimonio pictórico nacional. “Era un intento de democratizar la cultura y enseñar en los pueblos que los cuadros de pintores como Goya o Velázquez también les pertenecían a ellos”.

Homenaje casi centenario
Valdecuenca, Jabaloyas, Veguillas de la Sierra, Alobras y Tormón fueron los mismos pueblos que hace 91 años recorrió Cernuda junto al poeta José Herrera “Petere” y Cristóbal Simancas, ayudante de las misiones cuyo trabajo era operar el cine en los pueblos. García explica que las misiones viajaban con generadores para dar luz a los proyectores. “A la gente les impresionaba más la luz que el cine”, explica García. En buena parte de España, la luz eléctrica era una utopía.
Muchas cosas han cambiado en casi un siglo desde que Cernuda pisara las calles de estas cinco poblaciones. “Ya no tienen niños, pero sí tuvieron escuela, las primeras escuelas en las que se alfabetizó a la población de la comarca”, explica Alcañiz. “No hay escuelas, en ninguno”, ratifica García. “En Veguillas, hacía seis meses que nació un niño y era el único”.
Volver 100 años atrás para homenajear ese esfuerzo de los gobiernos republicanos ha sido posible gracias al empuje tanto de Maximiliano Alcañiz como de María García y al apoyo de sus organizaciones, que también fueron parte del encuentro.

Valdecuenca fue la primera parada. Es el único de los cinco pueblos que conserva la antigua escuela; la utilizan como centro social, cultural y de ocio. El Ayuntamiento se lo cedió y allí María García pudo hacer una introducción sobre las Misiones Pedagógicas.
La siguiente parada fue Jabaloyas. José Luis Castán, director provincial de Educación en Teruel e historiador, hizo un recorrido por los monumentos del pueblo: la iglesia, la ermita, dos palacios, el horno, las antiguas escuelas (para chicas y para chicos).
Veguillas de la Sierra fue el tercer escenario, en el que las personas participantes comieron y pudieron ver un corto documental de José Val del Omar, titulado Estampas 1932. Val del Omar fue un cineasta que trabajó para las Misiones Pedagógicas documentando gráficamente su trabajo, así como proyeccionista. El documental, mudo, era un viaje a través del trabajo de las misiones:
En Alobras, de la mano de la asociación cultural del pueblo —explica Alcañiz—, organizaron otro acto en el que participó un vecino del pueblo, de 97 años, que, por edad, las había conocido. Aunque no recordaba mucho, sí sabía que había habido alguien importante en el pueblo esos días. Tanto este vecino como otro más joven “nos hablaron de las escuelas en sus años de estudiantes”. Además, el presidente de la asociación cultural y docente hizo una exposición de antiguo material escolar como cartillas o libros de texto.
Tormón fue la última parada, tanto en aquel mayo de 1934 como en este de 2025. En la Residencia de Estudiantes se conserva una fotografía de Cernuda que se supone que fue tomada en esta localidad. Aunque no se sabe qué ocurrió en aquellos días de hace 91 años, seguramente fue la proyección de algunos documentales informativos y de animación para, por un lado, hacer propaganda de las novedades y mejoras sociales y políticas de la República y, por otro, entretener a las y los niños. En esta ocasión, se realizó una lectura de poemas de Luis Cernuda llevada a cabo por diferentes personas.


Tormón supuso el cierre del círculo. No solo porque las y los asistentes se hicieron una foto de familia, supuestamente, en el mismo paraje en que Cernuda y los compañeros de la misión de entonces se hicieron la que se conserva en la Residencia de Estudiantes, sino también por lo que cuenta María García. Mientras la lectura de las poesías se producía, ella miraba a la asistencia, es decir, a todo el pueblo congregado en el mismo lugar: “Los habitantes que estaban de manera muy parecida a como estuvieron sus antepasados en aquella misión”. Se pregunta García si no habría sido interesante llevarles teatro en vez de un recital, y pensó en que, a pesar de que la televisión e internet ya están en prácticamente todos los hogares, los inviernos en esos pueblos debían de ser muy duros, agarrados a una rutina muy constante.
Para García, en ese momento se vio más claramente una de las cuestiones que aquellas misiones querían combatir: la distancia (no medida en kilómetros) entre el campo y la ciudad, sino en términos de cultura, de entretenimiento, de participación. Resulta “interesante reflexionar sobre esa relación que sigue siendo complicada entre la ciudad y los pueblos”.

Misiones pedagógicas
Para quien no las conozca, las misiones pedagógicas fueron una de las primeras iniciativas de la República con las que intentar dos cosas: llevar la “alta cultura” al mundo rural español al mismo tiempo que transmitir los valores y el proyecto republicano a la población del campo.
Si la República se instituyó en abril del 31, el Patronato de las Misiones comenzó su andadura en el mes de agosto de aquel año con Manuel Bartolomé Cossío como su presidente. El poeta Pedro Salinas fue uno de sus vocales y viene al caso porque fue gracias a él que Luis Cernuda fuera uno de sus misioneros. No solo estuvo en Teruel; se sabe que pasó una larga temporada recorriendo pueblos de Toledo, Segovia y por media Andalucía.
Como explica María García, las misiones llevaban cine, teatro, reproducciones pictóricas y conocimiento a los pueblos más remotos. Ahora, tal vez, no lo sean tanto, pero en aquellos años, los caminos y las carreteras eran más bien tortuosos y, como refleja Val del Omar en Estampas 1932, sus camionetas debían atravesar ríos e ir campo a través.
“Una de las cosas más importantes que se hicieron en las misiones era el reparto de bibliotecas: 100 ejemplares con las obras maestras de la literatura universal, algún diccionario y alguna obra de tema agrícola”, explica García.
El esfuerzo en crearlas y mantenerlas en el tiempo no fue pequeño, puesto que, como explica la profesora, contaban con detractores tanto en la izquierda como en la derecha. “No aumentaban votos ni a derecha ni a izquierda, sino que perseguían un objetivo relacionado con la justicia cultural. Para mucha gente era una acción diletante”, afirma García.
A partir de 1934 las cosas se complicaron más con la llegada a la presidencia del Gobierno de la CEDA y el comienzo del bienio negro, que supuso una drástica disminución de la financiación desde el Gobierno.
Aunque, según explica García, un tiempo antes ya se había realizado un cierto movimiento descentralizador con delegaciones regionales o zonales desde 1933, alrededor muchas veces de los institutos normales, puesto que sus miembros, en muchos casos, habían sido misioneros en su momento. De esta forma, hubo misiones que ya se hicieron de manera autónoma desde estas organizaciones y, aunque la falta de financiación suponía que hubiera actividades que no podían realizarse, “se favorece que grupos locales comiencen su actividad”. “Hay necesidad y muchas personas desean transformar la realidad que les rodeaba”, explica García. Aunque esta descentralización dificulta en buena medida la investigación sobre las acciones que se llevaron a cabo.
En cualquier caso, el estallido de la guerra terminó de manera abrupta con el proyecto de las misiones, y unos años después, con el de la propia República. El alzamiento fascista y reaccionario, una vez más, supuso el fin del gran intento de modernización y educación de la población de un país que, en un alto porcentaje, vivía en el analfabetismo y muy lejos de los centros culturales del momento.