El modelo de las competencias, que desde la ley de 2006, se ha intentado poner en marcha en España y en el que ahora mismo se está intentando modificar todo el currículo escolar, no debe pensarse, a juicio de Juan Ignacio Pozo, como una «elección entre saberes y competencias». El catedrático de Psicología de la Autónoma de Madrid participó en una charla organizada por la Fundación FECYT esta semana entorno a la necesidad de que el alumnado sea capaz de hacer uso de su conocimiento, con la perspectiva puesta en el aprendizaje competencial.
Desde su punto de vista es importante preguntarse sobre el para qué de la educación y este va más allá de acumular información. «La escuela en sentido amplio -desde infantil hasta la universidad- ha transmitido información de manera exclusiva», comentó, pero hoy nos encontramos en la sociedad de la información y esta «está en todas partes» y «cada vez es más complicado educar ciudadanos competentes en discernir el grano de la paja, la información de la desinformación».
Para el catedrático, la discusión no debería centrarse en «saberes sí, competencias sí». Su apuesta es por un modelo competencial en el que el alumnado adquiere una serie de datos contextualizados que, más tarde, es capaz de utilizar en diferentes contextos para solucionar problemas que se le plantean teniendo en cuenta que «la memoria no es un almacén de datos, sino que es dinámica» y se resume en «la capacidad de usar el saber para predecir y cambiar el futuro, no solo para recordar el pasado».
El cambio de paradigma hacia uno competencial obliga, por tanto, a hacer cambios importantes en las prácticas docentes en el aula, así como en la evaluación de dichos procesos.
Reformular las prácticas
«Lo que aprendemos de forma repetitiva, si no lo podemos utilizar, es poco eficiente; no seremos capaces de usarlo en contextos diferentes a aquel en el que lo aprendimos», de manera que «sirve para superar un examen, pero no para resolver un problema».
Para él, es importante que el sistema educativo ponga el foco en prácticas más cercanas al aprendizaje basado en problemas y proyectos para dar mayor autonomía al alumnado. «Obliga a un cambio de rol docente y de la práctica educativa» que, como explicó, es complicado porque «en educación somos víctimas de nuestras prácticas. Hemos enseñado y aprendido en otro modelo».
El cambio que propone, dice, supone «básicamente, convertir las actividades de enseñanza-aprendizahje en verdaderos problemas, en tareas abiertas cuya respuesta no sea repetir la tarea que da el docente o el libro, sino en encontrar su propia respuesta en un ámbito restringido con apoyo de docentes y material». Además de la importancia de que el alumnado investigue y colabore para conseguir estas respuestas a los problemas, es necesario que el alumnado realice una «reflexión metacognitiva», es decir, «qué va a hacer y qué está haciendo». Que, ante una tarea, analicen qué tienen que hacer y, una vez realizada, sean capaces de reflexionar sobre el proceso que han seguido y los resultados que han conseguido. «La metacognición es el conocimiento, explicaba Pozo, sobre mi forma de conocer».
A esto se une una visión de la educación, «sobre todo la obligatoria», como formadora de ciudadanía, más allá de como acumulación de información. Por eso es importante que las prácticas en el aula estén conectadas con la vida cotidiana del alumnado. «Si el conocimiento de las aulas no lo conectamos con la vida de los alumnos ¿Cómo lo harán ellos?», se preguntaba Juan Ignacio Pozo. «No podemos suponer que, automáticamente, tener conocimiento implica la capacidad de usarlo».
Para ejemplificar la necesidad de que el conocimiento sea situado y no meramente la transmisión de información, Pozo habló de las acciones de formación docente que en muchos momentos se dan. «¿Cuántas actividades de formación docente consisten en explicar a profesores modelos o recursos que nadie les enseña a usar o no ven cómo se usan? Muchos se dicen que son pura teoría. Lo mismo pasa a muchos laumnos. Muchas clases son pura teoría desconectada». Es decir, «no se trata de abandonar el conocimiento, sino de dinamizarlo; no hay que acumularlo, sino recurrir a él. Saber usar el dato que necesitamos es tan relevante o más que acumularlo».
Por eso, el catedrático de Psicología aboga por cambiar la realización de tareas por la resolución de problemas. Enfrentarse a un problema es burcar información, comentaba, «investigar, buscar entre alternativas» para solucionarlo. Un proceso en el que «es importante la gestión metacognitiva, la autonomía, la autorregulación, ser capaz de tomar decisiones» y, además, el alumnado debe colaborar. «Para encontrar mejores respuestas ´(a los problemas), cuantas más cabezas estén pensando, más probable será encontrarlas».
Evaluación
En este cambio de cultura y modelo educativo, Pozo defiende cambios no solo en la enseñanza, sino en la evaluación de lo que saben y pueden hacer chicas y chicos con la información que han acumulado y con el trabajo que han hecho. «Aprender no es intentar meter los libros en la cabeza, es saber encontrar lo que te interesa e interpretarlo», asegura. Y defiende la posibilidad de que el alumnado pudiera acudir a las evaluaciones con material e información que ha trabajado durante el curso. En este sentido ejemplifica que el profesorado utiliza diferentes fuentes de información para preparar sus clases, una prueba de que «en la vida todos usamos recursos de información para interpretar y dar sentido».
Sin embargo, lo que ocurre con la evaluación tiene más que ver con lo que ocurre en la EVAU, es decir, una prueba que no evalúa las competencias o capacidades del alumnado, «sino el conocimiento en un porcentaje muy elevado». Y se preguntaba: «Quienes estamos aquí ¿aprobaríamos la EVAU? ¿Por qué se evalúa más la acumulación de conocimiento que su uso?». Y se respondía: «Porque es más fácil, es objetibable. No hay criterio tan homogeneo cuando se evalúan competencias».
Claves
Para cerrar la conferencia, Juan Ignacio Pozo resumió algunas de las claves importantes en el nuevo paradigma educativo de las competencias. Entre ellas, el trabajo con tareas abiertas, con problemas y proyectos. También el fomento de la reflexión sobre la propia forma de usar el conocimiento, dialogar con otros creando espacios dialógicos más allá del docente. También, el cambio del rol del docente, hacia uno de apoyo: «Hay que ayudar a los laumnos a construir el conocimiento, no dárselo hecho». También es importante «cambiar las metas: no reproductivas sino dirigidas a la comprensión», también como motor de una mejora de la motivación del alumnado hacia el conocimiento. Y, por supuesto, cambiar las formas de evaluar hacia una » que implique saber usar el conocimiento y no solo acumularlo. Saber usar fuentes y utilizar recursos para tomar decisiones. Y saber contrastar» dichas fuentes.