Los tres hijos de Cristina y Sergio nunca han ido al colegio. La pareja tomó la decisión de que los educarían en casa, con sus propios recursos, hasta que se mudaron a Bruselas, donde los matricularon en una escuela libre que sí les convencía. En España, cuentan, nunca encontraron esta opción y se lanzaron al homeschooling a pesar de que es una práctica que aquí no está contemplada.
Esta modalidad, elegida por unas 2.000 personas en España según los cálculos de las asociaciones, se encuentra en un vacío legislativo. No está prohibida expresamente por ley. La Ley Orgánica de Educación dice que los niños y niñas deben estar escolarizados obligatoriamente de los 6 a los 16 años, pero el Tribunal Constitucional resolvió en 2010, a raíz de dos casos en Málaga, que la «invocada facultad de los padres de elegir para sus hijos una educación ajena al sistema de escolarización obligatoria por motivos de orden pedagógico no está comprendida en ninguna de las libertades constitucionales».
Esta sentencia obligó a varias familias a escolarizar a sus hijos y «ha condicionado el comportamiento de los jueces y de la administración, están más vigilantes», apunta Madalen Goiria, profesora de derecho civil de la Universidad del País Vasco con una tesis doctoral sobre homeschooling. Tras el pronunciamiento del Alto Tribunal se han dictado diversas sentencias en varias comunidades que han forzado a madres y padres a matricular a sus hijos e hijas en colegios ordinarios en contra de su voluntad.
En 2012, por ejemplo, la Audiencia Provincial de Granada dictaminó que el hijo de una pareja de maestros que recibía clases en su casa debía incorporarse a «un centro oficial». El magistrado aludía en el auto a la jurisprudencia del TC y también a una sentencia reciente en Alicante, que concluyó que la escolarización es obligatoria «aunque el menor no se encuentre en situación de abandono o aislamiento que implique una perturbación dañosa», como ocurre en la mayoría de estos casos.
«Son familias por lo general con un nivel educativo alto, muy preocupados por la educación. Por eso, en la práctica hay pocos casos en los que se persigue o investiga», explica Rafael Feito, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. El experto advierte de que es una práctica que «no tiene la pretensión de ser elitista pero posiblemente lo sea» porque implica una dedicación y una renuncia al empleo, «normalmente de las mujeres». Y para eso hay que tener un soporte económico sólido.
En el caso de Cristina y Sergio fue ella quien dejó de trabajar para enseñar a sus tres hijos en casa. «Dedicar el 100% del tiempo a al educación es un sacrificio, muchos no quieren y de los que quieren no todos pueden hacerlo», explica Sergio, registrador de la propiedad. Mientras vivieron en España se planteaban los días, cuenta, adaptándolos a los ritmos de Sergio, Rodrigo y Alejandra. No poníamos el despertador y cada uno se ponía a trabajar a una hora. Cristina se encargaba de buscar materiales atractivos con ejercicios y tutoriales. También viajábamos mucho y hacíamos de cada viaje una oportunidad para enseñar más allá del libro», describe.
A veces, resume, estudiaban «los tres en común» –los pequeños son mellizos– y «otras no». «Lo importante es responder a sus preguntas, a sus intereses, aprovechar esas inercias en lugar de imponerles los aprendizajes. El problema de la escuela es que es demasiado rígida, compartimenta por edades, por horarios, estandariza contenidos, hace exámenes. Y creemos que eso es perjudicial para el aprendizaje y para la felicidad», argumenta Sergio, cuya familia se va a mudar ahora a Reino Unido.
¿Hay riesgos?
Los homeschoolers conviven menos tiempo con sus iguales que las niñas y niños que van a clase todos los días. ¿Es eso perjudicial para su socialización? Feito considera que «es necesario que estén con otros de su grupo de edad», pero también que eso puede subsanarse con otro tipo de «actividades extraescolares».
Sergio explica, en este sentido, que sus hijos hacen «todo tipo de actividades, como musicales o deportivas, y tienen cubierta esa necesidad». «Educar en casa no implica que el niño o la niña esté encerrado en una habitación. No es educar en una mazmorra», aclara, y carga contra la socialización impuesta de la escuela: «los estudiantes están encerrados en un sitio en el que por definición no pueden hablar, atendiendo a explicaciones de unos profesores y solo con personas de su edad, ¿es eso buenísimo?».
El sociólogo Rafael Feito sí percibe en el homeschooling un riesgo en algunos casos. «Dependiendo de cómo sean tus padres te educarás de un modo u otro. En la escuela conoces a otros y te insertas completamente en la sociedad en tanto el aula es una muestra. Si el homeschooling lo practican comunidades cerradas, incluso sectarias, es peligroso», señala el catedrático.
El perfil de homeschoolers en Estados Unidos, por ejemplo, responde a familias religiosas que rechazan la educación laica de las escuelas y dan una formación vertebrada en fuertes creencias, según la investigación de Madalen Goiria. Esto, sin embargo, no ocurre casi nunca en Europa.
En el entorno europeo varios países que contemplan como opción legal la educación en casa pasan controles a las familias. En Francia, por ejemplo, tienen que registrarse previamente y se dan inspecciones en casa que valoran la planificación. La administración puede negar a las familias el permiso para continuar. La legislación en Portugal obliga a matricular a todos los niños y niñas en la zona en la que viven y después pueden elegir la modalidad presencial o no presencial, pero todos tienen que hacer los exámenes. En Italia, Irlanda, Bélgica o Estados Unidos también es legal y Austria la ha regulado. Entre los del entorno que no están Grecia, Países Bajos y Alemania.
Cómo se investiga a las familias
Algunas comunidades autónomas, como Euskadi, aseguran que denuncian sistemáticamnete ante la Fiscalía de Menores cuando tienen conocimiento de un niño o niña no escolarizado. El aviso puede llegar del colegio, si ha dejado de asistir, o de servicios sociales con un parte de absentismo.
«Esta información está en el padrón de los ayuntamientos. Lo normal es que tras detectarlo se pregunte a las familias y se les pida, en el caso de estar educando en casa, la documentación correspondiente vía inspección educativa», explica la experta Madalen Goiria. Si las respuestas satisfacen a la administración, a veces archivan; si no, se lleva a Fiscalía de Menores y de ahí al juzgado. Puede pasar algo parecido, señala Goiria, cuando los estudiantes están en proyectos educativos no homologados, las conocidas como escuelas libres.
«Es difícil saber en cuántos casos el periplo ha terminado con una orden de escolarización por la vía civil. La gente no lo va contando normalmente. Les provoca angustia y se sienten mal porque piensan que les han expropiado el derecho a proporcionar la formación que consideran más adecuada para sus hijos», indica la experta. eldiario.es no ha logrado que ninguna familia que está educando en casa cuente su experiencia. El motivo, dicen: el miedo a significarse.
Varios de los expertos consultados explican que a veces estas familias matriculan a sus hijos en cursos de escuelas norteamericanas para que puedan examinarse. Esto mismo pasó en el caso de Alicante: el niño al que la justicia obligó a escolarizar estaba apuntado a un curso a través de internet en California que permite convalidar el título en España.
El Ministerio de Educación cuenta con un Centro para la Innovación y Desarrollo de la Educación a Distancia (CIDEAD) pensado para estudiantes de todos los niveles que «se ven imposibilitados para recibir enseñanza a través del régimen ordinario», lo que no sería aplicable a los homeschoolers. La cartera que dirige Iñigo Méndez de Vigo recuerda que, con la Lomce –como con la LOE– «todos los alumnos de entre 6 y 16 años han de estar necesariamente escolarizados y asistir a un centro educativo» ya que la enseñanza básica –que comprende ese rango de edad– es obligatoria para todas las personas.
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