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Desde hace un tiempo hacia aquí al olor a lápices nuevos, a libros recién forrados y agendas por estrenar les acompaña la versión digital de los corrillos de padres, madres y demás familiares en la puerta del colegio: los grupos de WhatsApp. Los hay de muchos tipos y con dinámicas diferentes, y aunque ya llevan un tiempo con nosotros, nos falta aún aprender un poco de convivencia digital. La mayoría expresan un estado de ánimo general de amor-odio hacia esos grupos que pudiendo ser útiles, a veces pueden llegar a ser molestos o, incluso, contraproducentes. Por ello hoy nos dedicamos a los efectos secundarios no deseados y planteamos algunas recomendaciones para utilizar y convivir en los grupos de forma razonable durante todo el curso.
Vale la pena entender estos grupos como comunidades, espacios de interacción colectiva que, en función de quién esté incluido, la naturaleza que tenga y quién lo lidere, funcionará de una forma u otra. Y, como cualquier comunidad, se necesitan algunas líneas comunes de convivencia. Los grupos escolares de WhatsApp se pueden dividir en dos tipos: los primeros suelen abrirse como canal de comunicación oficial entre el centro y las familias. Suelen liderarlos los educadores (profesores, directores, coordinadores, entrenadores…). Los segundos y los más interesantes para hoy, son aquellos en los que sólo participan familiares. Empiezan como un canal ágil, rápido e informal y pueden terminar en grupos cansinos, sobresaturados y con faltas de respeto.
3 efectos secundarios
- El primero de los efectos secundarios es la rumorología y el caldo de cultivo que amplifica los malos entendidos y da vueltas al problema sin terminar de resolverlo. Imaginemos que hay algún problema con algún profesor o alguna asignatura en concreto: ¿tiene sentido que aquellos problemas de la escuela se queden cociendo en los grupos sin que lleguen a dialogarse con las partes implicadas? Probablemente no. Porque además, abre la puerta al segundo efecto colateral.
- Interpretaciones y triples lecturas: la comunicación en directo y presencial nos permite comprender el mensaje en su complejidad, esto es, captamos lo que se dice pero también el cómo, en qué contexto y con qué emoción nos hablan. En WhatsApp, por muchos emoticonos o aclaraciones que pongamos, los malos entendidos y el malestar innecesarios acaban siendo más abundantes de lo que desearíamos. Los audios pueden solucionar eso, pero restan agilidad y discreción a los mensajes escritos. Hasta aquí, podríamos decir que son cuestiones comunicativas, pero hay un efecto secundario silencioso y preocupante a la vez:
- Es muy común que los adultos se conviertan en agenda y los salvavidas de los hijos. Por ejemplo, cuando la circular de la próxima excursión no ha llegado donde tenía que llegar y por tanto no sabemos si hay que llevar comida o la hora de salida, o bien cuando se dejan el libro en el cajón o la taquilla pero pueden hacer los deberes gracias a las fotos de alta resolución que circulan para los despistados. También existe la versión post-entreno en la que los padres intentan localizar los calcetines perdidos.
Podríamos considerarlo la versión digitalizada de cogerles la mochila para que no la carguen. Ahí estamos evitando que se hagan responsables de mirar su agenda de tareas, de organizarse, de decidir qué deben llevarse y cuándo. En definitiva, les lanzamos un mensaje de “sois peques, no podéis” pero sobre todo, les impedimos que experimenten las consecuencias de sus actos y les arrebatamos la oportunidad de aprender de ello.
7 recomendaciones
A continuación proponemos algunas recomendaciones para cuidar esa convivencia digital en los grupos de WhatsApp escolares, pero extensibles a cualquier grupo de virtual que tenga por objetivo ser un canal de comunicación informativo, práctico y multitudinario.
- Comentar previamente la necesidad de crear un grupo, acordando qué personas incluir. Informar antes y pedirles permiso para añadirlos.
- Consensuar y explicitar al inicio la finalidad del grupo (p. ej. “avisos cole”, o “Equipo de hockey”), etc. Suele ir bien un mensaje inicial donde conste para qué sirve el grupo.
- Usar el canal estrictamente para los temas acordados y no aprovecharlos para volcar informaciones de forma masiva (evitar reenviar cadenas, memes…).
- Abrir grupos temáticos cuando surja la necesidad con las personas interesadas únicamente. Por ejemplo para hablar de los regalos a profesores u organizar la salida de familias, o un canal exclusivo para bromistas.
- Responder sólo cuando sea necesario, con la máxima brevedad y evitando añadir informaciones superfluas.
- Limitar la circulación de fotografías de los menores (a no ser que se tenga consentimiento expreso de todos). Por ejemplo en los festivales de final de curso, excursiones, etc.
- Consensuar unos horarios de uso del grupo, para evitar el bombardeo constante de notificaciones.
En definitiva, ¿la clave? Pactar y negociar con los integrantes del grupo el qué, el para qué, el cuándo y el cómo. El consenso es la única manera de favorecer un sentido común compartido y corresponsabilizar a los que forman parte en su mantenimiento.