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«El perfil de salida es el elemento principal», decía César Coll, catedrático de la Universidad de Barcelona, durante la presentación del nuevo currículo derivado de la Lomloe. «Establece el nivel de desarrollo competencial que hay que adquirir para afrontar los retos del siglo XXI». Según explicó, en él se articulan las competencias clave definidas por la UE, los retos y desafíos de los ODS y la Agenda 2030 y, por último, se contextualiza en los 16 años del alumnado.
Mª Dolores López, directora general de Evaluación y Cooperación Territorial, asegura que es necesario cambiar el currículo, los contenidos, para que respondan a estos retos y desafíos del siglo XXI, yendo más allá de «los contenidos que se han venido dando en el curriculo escolar de manera rutinaria». Unos restos que resumía Elena Martín, catedrática de Psicología Evolutiva de la Autónoma de Madrid como: «Promover su salud y la colectiva, ser consumidor responsable, solucionar conflictos mediante el diálogo, hacer un uso seguro y crítico de las tecnologías…». Y para que esto sea posible, habrá diferentes elementos en el camino.
El primero es establecer los aprendizajes básicos o imprescindibles, es decir, aquello en lo que cualquier alumna o alumno debe ser competente sí o sí. «Decimos que una persona es competente en la medida en que adquirir un nuevo conocimiento le lleva a actuar de una manera diferente». «Si adquirir un conocimiento no cambia tu actuación en el mundo, habrás aprendido: lo puedes repetir, lo sabes, lo has acumulado, pero esto no te habrá hecho más competente». Asi lo explica Elena Martín.
Más allá de esos aprendizajes básicos, están los deseables. Cuando ya se han conseguido los primeros, cualquier persona puede aspirar a aprender más y más. Pero lo pueden hacer en momentos diferentes. Los primeros son los mínimos imprescindibles para que se construya una ciudadanía con derechos y serán los que fije el Real Decreto de Enseñanzas Mínimas en el que están trabajando el Ministerio y las administraciones autonómicas. «Pero no quiere decir que no haya otros momentos de desarrollo curricular u otros elementos orientativos que den más pistas, sin prescribir», según Martín.
Una de las claves más complejas del proyecto competencial del Ministerio será no fijar, como hiciera la Lomce, unos criterios y elementos de evaluación estrictos que acaben dirigiendo la acción del profesorado. Para ello, además de intentar asegurar un Decreto de enseñanzas mínimas lo suficientemente flexlibe, tienen que trabajar estrechamente con las comunidades autónomas para que vayan en la misma línea y permitan uno de los hitos de la reforma: que los centros educativos tengan autonomía como para fijar algunos de los contenidos que se desarrollarán en sus aulas. Contenidos que deberían ir, en buena lógica, alineados con las necesidades de su alumnado, con el contexto en el que se encuentran.
Cómo explicaba César Coll en la presentación de los trabajos sobre el currículo, «es necesario para el aprendizaje competencial, por el anclaje al contexto, los objetivos, la vida cotidiana y las necesidades del alumnado».
Aunque se prevé un «adelgazamiento curricular», está previsto que se redacten una serie de aprendizajes básicos o imprescindibles que serán lo que se definan el perfil de salida de la educación básica. También habrá un perfil para el final de primaria que intentará hacer una foto de la situación de estos aprendizajes, adaptados a la etapa.
Además de estos criterios básicos también se contempla que haya una serie de criterios relacionados con las diferentes áreas o materias de primaria y secundaria, lo cual puede suponer un mayor grado de complejidad y concreción.
¿Competencias vs memorización o memorización vs. competencias?
Esta es la discusión que, desde hace años, divide a parte de la comunidad educativa. Como si las competencias clave estuvieran reñidas con la memorización, con los contenidos. Esa dicotomía entre quienes opinan que los contenidos llevan a las competencias y quienes creen que lo más importante es ser competente, saber cómo aprender más y más, más allá de acumular información.
Desde el Ministerio se ha intentado dar una explicación que se acerca más al punto medio.
Para la directora general de Evaluación y Cooperación Territorial, «la eliminación de la memorización se consigue cambiando la estructura curricular». Ahora bien «no es que la memorización sea siempre mala. Va a haber contenidos que memorizar pero se trata de que la memoria se dirija solamente a aquellos contenidos que necesitamos y son imprescindibles para pasar a una acción». Si estudiar de memoria algo «no te lleva a entender qué va a pasar, haber memorizado no te hace más competente», explica Elena Martín, para continuar: «No se puede ser competente sin memoria, pero la memoria no garantiza que uno sea competente».
En este tema de las competencias y la memorización, se encuentra otro de los hitos que llevamos escuchando años, la necesidad de podar unos contenidos enciclopédicos y memorísticos. ¿Bajo qué criterio se hará esto? Mª Dolores López lo explicaba asegurando que el criterio para adelgazar los contenidos existentes será el de su relación «con los retos y desafíos a los que nos enfrentamos. Vivimos en una sociedad cambiante, que avanza a un ritmo vertiginoso y el currículo no puede quedar estancado».
Según Isabel Celaá, «no es suficiente el aprendizaje acumulativo», aunque se seguirán incluyendo «los saberes relevantes, no desde la descripción y lo memorístico, sino haciendo entender su funcionalidad y su sentido». «La propuesta», explicaba César Coll, «es una apuesta por renunciar a las visiones enciclopédicas del curriculo. Lo importante no es saber mucho, sino saber qué se sabe y tener herramientas para aprender lo que no se sabe».
Eso sí, «los contenidos son fundamentales para las competencias específicas», es decir, las que desarrollarán cada área o materia (en un grado mayor de concreción del que suponen las competencias clave). Pero con la reforma curricular, estos contenidos «no dependen de los criterios de las disciplinas sino de lo que es necesario conocer para afrontar los retos presentes con los que se va a enfrentar el alumnado tras la educación básica».
La reforma curricular tiene un horizonte, al menos para los cursos impares de primaria, ESO y bachillerato, en el curso 2022-2023. Durante los próximos meses se trabajará, junto a las consejerías de Educación sobre el Real Decreto de Enseñanzas Mínimas para que esté publicado a finales del verano. Desde entonces, serán las autonomías las que tendrán que desarrollar sus currículos para que estén listos alrededor de abril o mayo de 2022 y, de esta manera, entren en vigos para el siguiente mes de septiembre.
Por delante, algunas dudas relacionadas con la formación inicial y permanente del profesorado sobre este nuevo sistema curricular que impactará, o debería hacerlo, en la gestión de los centros educativos, la organización de tiempos y espacio esducativos, en la evaluación de los conocimientos y las competencias… Un desafío del que todavía se sabe poco.
Desde el Ministerio se insiste en que la presencia de la presidenta de la Conferencia de Decanas y Decanos de Educación en la presentación del otro día es reflejo del compromiso de las facultades de Educación con este cambio curricular.
«La formación inicial y permantente necesita mejoras y cambios sustanciales», aseguraba Mª Dolores Pérez. Algo, dijo, que está recogido en la Lomloe. Según explicó se está trabajando en la formación inicial, para que responda al «tipo de docentes que queremos tener». Además de un posible cambio en las facultades de Educación, se prevén «orientaciones metodológicas» para facilitar las cosas y «tenemos pensado establecer más adelante campañas de sensibilización y concienciación».