Las cuestiones que afectan a la calidad de vida de las mujeres, a sus derechos, a sus dificultades, esfuerzos y logros, no suelen aparecer en los medios de comunicación. En las plataformas de internet y en las redes sí que suelen aparecer con un modelo casi único y, a la vez, dicotómico: la buena y la mala de otros tiempos, ahora es la influencer brillante y la mujer anónima apagada. Incluso a todas se nos considera “población vulnerable”. Lo oigo y lo veo continuamente.
Sin embargo, las cuestiones relativas a los avances y logros no están presentes de manera paralela. Sí aparecen mujeres que hacen cosas extraordinarias para mejorar la vida de otras y otros, sobre todo, en el ámbito rural o en situaciones de emergencia o complicación.
Otros medios, como son los audiovisuales publicitarios o de ficción, siguen presentando a las mujeres en papeles clásicos puestos el día, para que no produzcan rechazo. Podemos dar algunos ejemplos: madres dedicadísimas y felices a quienes casi nadie agradece sus desvelos, porque eso es lo natural. Chicas jóvenes en postureo de selfie, sonrientes por su éxito de destape en sus miles de likes, embajadoras de moda y accesorios, cosmética, complementos alimenticios, modelos atractivas con peinados exóticos. Las mujeres que cuidan no parecen tener necesidad alguna de que nadie las cuide. Pueden con todo, con sonrisa y energía renovables.
Y el ”todo por amor” siempre presente en personajes de series, películas y demás entretenimientos de pantallas. Por si fuera poco, parece que la mayoría de mujeres de todas las edades hemos de conformarnos con este destino unidimensional (atractivas para el sexo y expertas eficaces para la maternidad y los cuidados), que nos lo dará todo.
Mandato de género para las mujeres muy antiguo ya, pero persistente: La Ley del Agrado, que incluye la belleza, el cuidado y el amor.
Dónde se quedan los esfuerzos y recompensas de las estudiantes, trabajadoras, periodistas, expertas, empleadas, profesionales, científicas, investigadoras, deportistas, músicas, artistas. Nuestras mujeres de bandera y de vanguardia, nuevos modelos para otras más jóvenes y que también puedan reivindicar en público que la Ley del Agrado no es lo que más les entusiasma, que prefieren volar por sí mismas, ganarse la vida dignamente, no depender emocionalmente de nadie, ni ser siervas de la estética al uso, no tener que ocuparse de velar, vigilar y ser el apoyo físico, psicológico y moral de sus personas cercanas.
Estas mujeres tienen que saltar por encima de los obstáculos de su rareza y soportar ser consideradas como desnaturalizadas y miradas de cierta forma atravesada. Creo que son muchas, la verdad, muchísimas, pero los modelos o imágenes de las que se muestran felices y exitosas siguiendo la Ley del Agrado, desdibujan su presencia.
En otros espacios simbólicos se muestra a las mujeres mal llamadas ”vulnerables”: solas con hijos a cargo, enfermas, maltratadas, cuidadoras sin tiempo ni espacio, usuarias de servicios sociales, trabajadoras mal pagadas y con turnos difíciles de llevar y de compaginar con otras facetas de la vida, modelos que no resultan atractivos para las jóvenes, por supuesto.
Tampoco los medios se ocupan de contarnos cuánto ha costado llegar a una situación ideológica, jurídica y política que nos permita a todas ejercer nuestros derechos de ciudadanía y laborales sin esfuerzo ni reproches añadidos. Y que esta situación transita por un equilibrio inestable que puede fallar en cualquier momento.
Las mujeres somos presentadas antes como mujeres que como seres humanas con derechos y deberes, como ciudadanas.
¿Dónde se forjan los “nuevos” modelos de feminidad a los que se van acogiendo una gran cantidad de niñas y de adolescentes? ¿Hay alguna novedad en ello o una reconversión disfrazada de libertad y glamour?
Todo esto se va cociendo durante la etapa de escolarización que dura, al menos, unos catorce años. La imagen del “qué quieres ser de mayor”, en las niñas está muy contaminada por la Ley del Agrado: estudios y profesiones de cuidado y atención a personas, obsesión estética, dedicación excesiva al amor o los amores de sus vidas. Pocas con deseos de autonomía y elecciones personales relacionadas con la independencia y la originalidad, con modelos poco comunes o presentados como raros. Lo raro aún asusta a muchas chicas.
El sistema escolar y educativo permanece de perfil, poniendo parches, tratando de lado asuntos relacionados con la igualdad y la equidad e incorporando sin muchas resistencias la idea de la diversidad, siempre que no incorpore demasiadas alusiones a las diferencias sexuales convertidas en desigualdades sociales.
Así es que vuelvo a preguntar: ¿Tenemos novedades?