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Es un neofascismo 2.0, que utiliza un lenguaje y un estilo populista y que se extiende a través de las redes sociales, como TikTok. Con un discurso sustentado en el odio de clase, de etnia y de sexo, mediante mantras y eslóganes simples, directos y fáciles de entender y conectar por su alto contenido emocional. Pretende así dar la “batalla cultural y educativa” por la hegemonía ideológica, marcando la agenda mediática y política, y adoptando para ello estrategias de provocación constante a través de una propaganda de ataque y fake news virales en las redes sociales, exhibiendo simbologías y consignas llamativas. Su estrategia es la confrontación, pero revestida bajo el eufemismo de “polarización”. Aplica así la teoría de la equidistancia que tanto rédito dio, por ejemplo, en el relato conservador sobre el franquismo. Este neofascismo acusa al resto de agentes de aquello que hace él mismo: usar una constante estrategia de confrontación, de tal forma que incluso los medios de comunicación y las propias instituciones públicas acaban equiparando la responsabilidad de la crispación política y social a los dos lados del tablero político, como si hubiera dos bandos enfrentados en un terreno o con un enfoque similar.
El neofascismo actual es diferente del fascismo clásico. Junto a la defensa de los ejes clásicos del fascismo (patria, bandera, imperio, orden…), el neofascismo integra la batalla contra lo que denomina la «ideología de género» y el feminismo «supremacista» (denunciando las leyes contra la violencia de género); asume y difunde las teorías de la conspiración y las fake news; recurre al victimismo homoidentitario (alegando que los taurinos y cazadores son oprimidos por el «totalitarismo animalista», que los hombres están atemorizados por las leyes de igualdad o los católicos marginados por el laicismo); defiende la homofobia y el ecofascismo. Pero especialmente integra el modelo neoliberal del emprendimiento y la “libertad económica” que es lo que le hace radicalmente diferente al fascismo clásico.
Este nuevo neofascismo conjuga así un programa radicalmente neoliberal con el más rancio neoconservadurismo social. El neoliberalismo y el neofascismo constituyen, así, la condición natural y normal de la futura sociedad del sistema capitalista. Por eso, como ya planteaban Walter Benjamin o Bertolt Brecht no se puede superar el fascismo sin superar el capitalismo.
Asistimos en la actualidad a una nueva ola de este neofascismo a nivel global, con Milei, Trump, Meloni, Orban, que ha transformado el campo político impulsando una radicalización hacia la derecha de los partidos tradicionales y de los debates públicos. Especialmente brutal es el caso del régimen israelí, donde el jefe del partido de derecha radical Likud, Netanyahu, de 73 años de edad y con tres investigaciones por corrupción abiertas contra él, entrega carteras y cargos estratégicos a partidos ultraderechistas (Poder Judío, Sionismo Religioso y Noam), fundamentalistas y radicales, con líderes que se enorgullecen públicamente de ser supremacistas y homófobos y están aplicando una política de genocidio y exterminio sistemático contra la población palestina en Gaza, replicando el holocausto en pleno siglo XXI con la complicidad y el apoyo de los países occidentales.
Neofascismo y educación
El neofascismo está emergiendo en el ámbito educativo. Entre el profesorado y las comunidades educativas empieza a surgir una creciente preocupación y alarma ante los síntomas que se extienden por los centros educativos y de los que, cada vez, con mayor frecuencia tenemos noticias en el ámbito escolar y universitario. Recientemente, en un Instituto de Secundaria de la provincia de León (España), situado en una zona minera que ha sido tradicionalmente muy reivindicativa social y sindicalmente, recientemente se estaba desarrollando un taller de educación para la igualdad. Nos contaba la orientadora que, durante una de las clases, tres adolescentes se pusieron en pie en clase para gritar que lo que se estaba impartiendo era “ideología de género”, y que eso lo decían porque las profesoras que desarrollaban el taller eran “feminazis”. Los tres chicos aseguraron posteriormente que eran votantes de VOX, aunque no tenían edad para votar. La directora nos contó, posteriormente, que hacía pocos días una madre había “puesto el grito en el cielo” por los carteles que estaban pegados en las paredes de los pasillos del instituto con motivo del 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, y había amenazado a gritos con denunciarles en los juzgados si no los retiraban, porque eso era “ideología de género”.
Por eso nos hemos preguntado qué hemos hecho durante los últimos veinte años en el sistema educativo español para que tantos jóvenes actualmente defiendan los postulados y la narrativa del neofascismo. Cómo es posible que una ideología que devastó Europa hace poco más de setenta años, haya podido ser readmitida y penetrar en el discurso de una sociedad y en una escuela democrática. Sabemos que no solo depende del sistema educativo, por supuesto. Que la familia, las amistades y los círculos de relaciones, así como los medios de comunicación y las redes sociales, los discursos y organizaciones políticas, etc. influyen poderosamente en la conformación de la visión y la concepción que las personas y las sociedades tenemos. Pero uno de estos elementos de influencia es la escuela. Un sistema educativo que proclama educar en derechos humanos y en valores inspirados en ellos ¿ha hecho lo suficiente de forma efectiva para prevenir este auge del actual neofascismo?, ¿en qué medida ha sido un factor de colaboración o de silencio cómplice?
La investigación llevada a cabo muestra que hay un alto porcentaje de profesorado que considera que debería haber recibido formación en pedagogía antifascista y es igualmente abrumador el porcentaje de ese mismo profesorado que confiesa que nunca la tuvieron y los pocos que se han adentrado en ella ha sido más como forma de autoaprendizaje y conexión con movimientos sociales o activistas que desde las Facultades de Formación del profesorado. Además, se evidencia un gran consenso sobre la finalidad y los valores que se han de transmitir en la educación en que prevalece el trabajo desde unos valores antifascistas y no neutrales.
Los resultados muestran también un interés relevante en aspectos relacionados a una formación educativa crítica con el orden social establecido y con la diversidad de relaciones de dominación, tal como las relacionadas con la memoria histórica democrática, el feminismo o la educación intercultural como exponentes de esa formación antifascista.
Parece claro que una educación en valores no implica trabajar valores concretos, siendo este objeto de interpretación y reapropiación, sobre todo por planteamientos neoliberales en educación, como se ha visto en leyes establecidas por gobiernos conservadores. Tampoco podemos olvidar los planes de formación inicial del profesorado en las Facultades de Educación colonizados desde marcos epistemológicos, discursivos, sociales y políticos que reproducen el sistema capitalista, eurocéntrico, neoliberal y heteropatriarcal. Así como tampoco de la propia formación permanente quizá, en muchas ocasiones, más preocupada por adentrarse en la última “moda pedagógica” (sobre todo si viene envuelta en terminología inglesa) que nos llegaba y nos vendían como una innovación, fuera la gamificación, o bilingüismo o el mindfulness.
Por eso creemos necesaria una reflexión profunda sobre cómo transversalizar unos valores universales, que deberían fundamentar una pedagogía radicalmente antifascista y democrática, para avanzar en el desarrollo de la educación y la enseñanza como un espacio para la transformación social. Como comunidad educativa debemos educar en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social, en el bien común y en los derechos humanos desde una pedagogía claramente antifascista. Porque no se puede ser demócrata sin ser antifascista.
Se puede leer más sobre esta investigación en el siguiente artículo: Díez-Gutiérrez, E.J., Alonso-Martínez, H., & Jarquín-Ramírez, M. (2024). Una Política Educativa para la Justicia Social contra el Auge del Neofascismo. Revista Internacional De Educación Para La Justicia Social, 13(1), 363–379. https://doi.org/10.15366/riejs2024.13.1.020