Según la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer elaborada por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, realizada durante el 2019 sobre una muestra representativa de casi 10.000 mujeres de todo el país, una de cada dos mujeres de dieciséis o más años (en concreto un 57,3%), ha sufrido violencia machista a lo largo de su vida, y una de cada cinco (19,8%), la sufrió en el último año. Por primera vez, esta macroencuesta recoge datos de situaciones de violencia machista que han tenido lugar también fuera del ámbito de la afectividad (acoso sexual, stalking, etc.).
En la situación en la que nos encontramos actualmente, podríamos afirmar que estos datos están lejos de haber disminuido, más aún si tenemos en cuenta la situación de confinamiento que tuvo lugar los pasados meses. Durante ese periodo, se han dado una serie de factores muy determinantes para entender la grave realidad que han vivido cientos de mujeres, especialmente aquellas que sufren violencia en sus casas. En primer lugar, hemos vivido una situación de crisis, muy estresante, nueva y frustrante, lo que, como señalan muchos estudios, aumenta el nivel de irascibilidad y agresividad de los maltratadores. En segundo lugar, el aislamiento ha impedido a las mujeres salir de las situaciones de violencia, en muchos casos ni siquiera por pequeños ratos, y tampoco han podido comunicarse con libertad dentro de sus casas. Además, esto ha facilitado las estrategias de control y dominación, así como el abuso sexual, que suponen formas de violencia con graves repercusiones psicológicas en las mujeres y las niñas. Muchas adultas y también muchas menores se han visto encerradas con sus agresores bajo un mismo techo durante semanas, y no podemos obviar las consecuencias que ello puede tener para su desarrollo y su salud mental.
Cada año, la violencia machista acaba con la vida de miles de mujeres en todo el mundo. Los datos oficiales esconden una realidad que no se denuncia por miedo, por falta de medios y apoyos… En realidad, son muchas más las mujeres y niñas que la sufren, y permanecen silenciadas. Y en tiempos convulsos como los que estamos viviendo parece que esta problemática ha perdido importancia.
Durante el confinamiento, el Ministerio de Igualdad impulsó un Plan de contingencia contra la violencia de género ante la crisis de la Covid-19, con varias medidas para prevenir, controlar y minimizar las posibles consecuencias negativas en las vidas de muchas víctimas de violencia de género. A pesar de ello, queda cierta sensación de que las violencias machistas, como otras situaciones de desigualdad, han quedado relegadas a un segundo plano. Es posible que ahora el número de mujeres que no se atreven a denunciar haya aumentado, por miedo, por inseguridad, por dudar de si es un buen momento con la que está cayendo. La situación que muchas menores pueden estar viviendo en sus casas puede ser aún más delicada, teniendo en cuenta que probablemente pasan más tiempo en ellas. Las clases a distancia, el teletrabajo, las dificultades que ello implica para la conciliación, se suman a otras realidades de desigualdad y violencias que no podemos omitir, especialmente, en los centros educativos y en una fecha como el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
Ahora que en los centros escolares parece que el discurso ha quedado monopolizado por las mascarillas y las medidas de seguridad y prevención sanitarias, es importante que demos un espacio para denunciar y trabajar estas desigualdades, y que no queden desatendidas. Claro que el escenario actual es grave y que sus consecuencias son insoslayables, pero no nos puede servir de excusa para no abordar otras cuestiones clave que afectan el presente y el futuro de muchas personas. Podemos seguir ayudando a muchas mujeres y niñas, podemos seguir denunciando la realidad machista que nos rodea y seguir sensibilizando a las y los más jóvenes para frenar la expansión de esta discriminación. Quizás ahora tenga más sentido que nunca. Ahora tenemos la oportunidad de situar los cuidados en el centro de nuestro quehacer educativo.
Los centros escolares son espacios privilegiados donde poner en marcha todo aquello que consideramos necesario para construir una sociedad más justa e igualitaria, también en pandemia. Si partimos de la experiencia más cercana, es más fácil que los chicos y las chicas realicen aprendizajes más significativos. Por ello, puede resultar muy revelador hablar de cómo nos sentimos en esta situación, de nuestras emociones y cómo las gestionamos, analizar cómo tratamos a quienes nos rodean en este contexto de crisis sistémica, pensar qué podemos hacer para poner nuestro granito de arena en la construcción de un mundo sin violencia, cuestionar las propias actitudes machistas y cómo nos atraviesan en nuestro día a día, en casa, en el colegio, en el transporte; y reflexionar conjuntamente sobre las consecuencias que la pandemia y el confinamiento han podido tener o están teniendo para muchas mujeres y niñas en España y en el mundo entero.
Ahora que parece que hemos tomado conciencia de lo importantes que son los servicios y las labores de cuidados en esta sociedad, y de que somos seres interdependientes, que solas no podemos y nos necesitamos para salir adelante, aprovechemos para seguir educando en esta línea.
Estamos viviendo un curso escolar extraño, anómalo y muy complicado; no dejemos que este contexto de crisis nos haga olvidar la importancia de conmemorar un día como el 25 de noviembre. No nos olvidemos de nombrar las violencias machistas, de tener presentes a todas las mujeres que han fallecido por ello y a seguir luchando por ellas, por todas nosotras, por quienes nos cuidan, por aquellas a quienes cuidamos, por quienes están creciendo y están luchando por construir un mundo sin machismo. No dejemos a un lado la lucha y el trabajo que venimos realizando año tras año, y sigamos denunciando todas y cada una de las violencias machistas que sufrimos las mujeres cada día, también en pandemia.