La llegada de la pandemia puso en jaque al mundo entero y con ello al sistema educativo que se enfrentó a un escenario de incertidumbre. El cierre del ciclo escolar en 2020 reveló que la población infantoadolescente lo había pasado peor o tan mal como los adultos, y se encontraban también expuestos a estrés y miedo. Por ello al momento de la evaluación final, según explica Luengo, “se planteó a los centros educativos cuidar cómo cerraban el curso, las calificaciones escolares, (…) valorar aspectos como el esfuerzo de las personas, la disciplina y todo lo que uno ha puesto para salvar la situación tan compleja”.
La experiencia escolar de 2020 fue casi una proceso de prueba y error, en el que se testearon medidas y procedimientos puestos en marcha para garantizar la seguridad sanitaria del alumnado y profesorado. Mascarillas, distancia social, extremas medidas de higienización y asistencia parcial caracterizaron el final del 2020 y sirvió de referente para ir mejorando el plan de acción iniciado para el retorno a un nuevo ciclo lectivo en septiembre de ese mismo año.
La incorporación de los estudiantes para el ciclo lectivo 2020-2021 vino acompañada de ansiedad, miedos, incertidumbres y mucho estrés. “Sin querer hablar de patologías o sintomatología clínica, pero es evidente que el malestar psicológico es frecuente en los niños, niñas y adolescentes”, explica Jose Antonio Luengo, y añade que se vio claramente un aumento de alertas relacionadas a desajustes emocionales y psicológicos, que a su vez se reflejaron en el incremento de solicitudes de asesoramiento de manera significativa.
¿Estamos hablando de que en 2021 los docentes y centros educativos contaban con mayor preparación para enfrentarse al escenario que destapó la pandemia?
Claro, se plantearon sobre todo medidas en el ámbito de los procedimientos, protocolos de intervención o herramientas que permiten a los centros elaborar planes para el cuidado, atención, protección y el acompañamiento del alumnado que estaba pasando por situaciones delicadas. La palabra protocolo es muy interesante desde el punto de vista del concepto, en la medida en que se pautan actuaciones a desarrollar, pero hay que insistir fundamentalmente en que los centros deben elaboraban eran planes individualizados de atención, ajustados a la necesidad del alumnado.
Esto forma parte de un sistema de planificación de acciones de evaluación de necesidades y de toma de consideración de medidas para atender esas necesidades desde el punto de vista de lo emocional. Entonces sí, se establecieron esas vías, pautas de intervención para que los centros tuvieran más claro qué pasos dar.
Lo que pudimos ver es que hubo un incremento de notificación de desajustes emocionales, crisis de ansiedad, trastornos relacionados a los miedos
Se fortalecieron los procesos de asesoramiento. Se incrementaron los recursos de orientación educativa, en general, en casi todos los sistemas y también en algunos se pusieron en marcha, como en Madrid, el fortalecimiento de sistemas para asesorar a los centros directamente cuando se encontraba con una situación de estas características.
Lo que se pudo ver es que hubo un incremento de notificación de desajustes emocionales, crisis de ansiedad, trastornos relacionados a los miedos, pero también se han incrementado las demandas de atención de asesoramiento por autolesiones y por ideación o pensamientos relacionados con la conducta suicida.
¿El incremento de estos desajustes emocionales e ideaciones de conductas suicidas es consecuencia de la pandemia?
Hay que decir que la pandemia es muy responsable de esto, pero la salud de la salud mental infantoadolescente, valga el juego de palabras, ya venía resquebrajada desde hacía tiempo. Antes de la pandemia ya sabíamos que los desórdenes emocionales y psicológicos del alumnado, chicos, chicas, adolescentes, iban a más. Lo que pasa es que la pandemia ha recrudecido toda esta sintomatología, sobre todo en las poblaciones más vulnerables y la ha hecho mucho más palpable.
Desde las escuelas, ante esta situación ¿cómo se viene actuando?
Es muy importante decir que este es un tema de salud pública, no es un problema exclusivo de las escuelas. Es decir, que los problemas de salud mental que tienen muchos niños y niñas y adolescentes es un problema que obedece a muchas causas. La escuela se encuentra con él porque los chicos están escolarizados durante casi 180 días al año, 7 horas al día. La escuela hace lo que puede y habitualmente incluso mucho más, pero el sistema educativo tiene su cartera de servicios.
La escuela no es un espacio para tratar, para hacer psicoterapia. La escuela es un espacio donde se desarrollan procesos de enseñanza y aprendizaje, donde se desarrollan proyectos basados en la convivencia pacífica, democrática. Indudablemente va intentar incrementar los factores de protección del alumnado y reducir los factores de riesgo, pero este es un problema que tiene que ser acometido por toda la sociedad, requiere una mejora de los servicios de salud mental, centros especializados, mejora de los servicios de atención primaria. Requiere también implicación de los ayuntamientos en materia de programas y proyectos de actividades de ocio y tiempo libre de los chicos y las chicas. Requiere de una reflexión sobre el modelo educativo imperante en las familias. Este es un asunto muy importante.
La salud mental requiere de una reflexión sobre el modelo educativo imperante en las familias, es un asunto muy importante
Se tiene que tomar decisiones claras respecto a los sistemas educativos porque el incremento de desórdenes emocionales y su detección se va seguir evidenciando. Es necesario un giro en la escuela, respecto a la cultura, incorporar la psicología pero de una manera estable. Hoy en día contamos con sistemas de orientación que no dan abasto ni están especializados para atender este tipo de cuestiones. El incorporar psicólogos educativos a los centros educativos es imprescindible y esto es algo que tendrán que hacer las administraciones educativas.
Es muy importante revisar otros aspectos como son la posible incorporación de otros profesionales al campo de desarrollo. Por ejemplo, los profesores técnicos de servicios a la comunidad son especialmente necesarios por el trabajo que hacen de acompañamiento social, intervención social con las familias. Deben ampliarse esos recursos. Tenemos que trazar una línea especial en formación de profesorado durante el grado como durante el ejercicio. Tomar decisiones en este sentido es algo que si no se desarrolla adecuadamente nos va pasar factura.
Respecto a destinar recursos ¿cree que se está en camino a ello o es algo que aún se debe hacer con urgencia?
Estamos empezando a rascar esta realidad que ha brotado como la boca de un volcán que se ha resquebrajado, estamos viendo cómo las lenguas de lava siguen cayendo por la ladera. Va costar quitar todo esto. Para quitar este dolor y sufrimiento hacen falta recursos y mas formación. Durante un tiempo va parecer que todo lo que se haga es poco en esta materia, pero es importante hacerlo. Creo que estamos en un momento en el que todos nos tenemos que sensibilizar, estamos en el siglo XXI, en el año 2022 y la salud mental ha cobrado una presencia en la agenda pública que es necesaria aprovechar.
Un centro educativo, ahora más que antes, no debe ser contemplado como un sitio donde los niños van a aprender asignaturas, sino un sitio donde los niños y niñas y adolescentes aprenden a vivir, convivir, a generar conocimiento compartido, a aprender junto con otros, a interpretar la vida y sobre todo aprender a cómo estar en la vida. Esto es muy importante, el desarrollo de proyectos y programas que tienen que ver con la gestión emocional y, por lo tanto, con la promoción del bienestar psicológico.
El malestar psicológico va estar siempre en nuestras vidas, siempre aparecerá, por eso es importante generar buenos programas basados en evidencia, que permitan que los centros educativos trabajen estos contenidos y tengan tiempo para hacerlo. No quiero hablar de asignatura, esto es el tejido del que está hecha el alma humana, la emoción, la capacidad para interpretar la vida, para saber quiénes somos, dónde estamos, cuál es nuestro papel, cómo respondemos a los retos. Estas son cosas que la escuela tiene que incorporar en su cultura.
La escuela no es un sitio donde hacer tratamiento psicológico, pero es un sitio donde sí hay que hacer prevención. La prevención de los trastornos, desórdenes y desajustes emocionales se puede hacer con trabajo en equipo junto a los docentes y otros profesionales. La presencia de educadores sociales, profesores técnicos de servicios a la comunidad, orientadores pero también psicólogos, es especialmente importante. Si bien en los centros educativos hay psicólogos, no están realizando labor de psicólogos, ejercen labores de orientación educativa que si bien es imprescindible, no es solo eso lo que exige el momento actual.