Vivimos una crisis ecosistémica muy importante caracterizada por la Sexta Extinción de especies de la historia de la vida. Son varios los vectores que están produciendo este fenómeno, pero uno de los más importantes es nuestro modelo alimentario y, más en concreto, el agrario. De este modo, preservar la biodiversidad pasa en gran medida por apostar por un modelo agrícola ecológico que no solo frene el deterioro, sino que sea capaz de contribuir a la restauración ecosistémica.
La defensa de la biodiversidad y el cambio de modelo agrícola requiere de políticas públicas y de acciones económicas y ciudadanas que le den cuerpo. Pero conseguir estos retos no es solo cuestión de acciones, sino de entender la importancia de llevarlas a cabo. Si la población no valora como central la acción pro-ambiental, nunca la vamos a poner en marcha, ni vamos a exigir que suceda. De ahí que, para construir este sentido del cuidado de la biodiversidad, la educación sea más que determinante. Es absolutamente imprescindible.
A lo largo de nuestra vida, hay distintas oportunidades formativas: la educación formal, la no formal y la informal. Dentro de la primera, está la formación básica obligatoria, que es la única con capacidad de alcanzar al conjunto de la población y, por tanto, resulta estratégica para abordar la importancia de la biodiversidad ya que, además de su alcance universal, se realiza en unos años determinantes para la formación de la personalidad.
Una de las principales estrategias que se han desarrollado en los últimos años para abordar la biodiversidad en el ámbito escolar han sido los huertos escolares. Una iniciativa que entronca perfectamente con uno de los vectores de destrucción o de preservación de la biodiversidad, según las prácticas que se usen: la agricultura.
Los huertos escolares poseen unas cualidades únicas:
• Permiten un aprendizaje vivencial, lo que cataliza los aprendizajes, además de hacerlos más duraderos. No se trata de hablar de biodiversidad y ver fotos de seres vivos, sino que se experimenta cómo son y cómo interaccionan con todos los sentidos.
• Facilita el uso de distintas estrategias de enseñanza-aprendizaje. No solo se trabaja con la oralidad y el texto, sino también con un abordaje cinestésico, por ejemplo.
• El trabajo al aire libre ha mostrado tener muchas ventajas para favorecer el aprendizaje del alumnado.
• Permite una continua interconexión de la teoría y la práctica, abriendo caminos bidireccionales entre ambas.
• Al realizarse en espacios escolares, no se utilizan fitosanitarios ni abonos de síntesis, apostándose por la agricultura ecológica, que es la que preserva y potencia la biodiversidad.
Sin embargo, en muchas ocasiones, estos huertos se utilizan únicamente para trabajar aprendizajes agronómicos. Y si bien, estos resultan imprescindibles y enriquecedores, como se ha comentado, el huerto escolar brinda muchas más posibilidades. De hecho, puede ser el punto de partida para desarrollar contenidos curriculares básicos como los matemáticos, lingüísticos, plásticos, de idiomas, etc, que, en ocasiones, serán más atractivos para el alumnado e incluso para los docentes.
Para hacer todo esto más sencillo, desde FUHEM hemos publicado Sembrar el aula viva, que realiza una propuesta curricular del huerto escolar a través de todas las etapas: desde infantil hasta los cursos de ESO y ciclos formativos de grado básico, pasando por primaria; lo que permitirá, además, la coordinación de todo el centro en esta tarea.
No obstante, somos realistas y sabemos que el huerto escolar no es suficiente. También hemos aprendido que el alumnado concede una gran importancia a lo que ocurre en el aula. De ahí, que hayamos querido que la preservación de la biodiversidad impregne el trabajo que se hace entre las paredes del aulario, concretamente, en la etapa de primaria. Para ayudar a los equipos docentes en la tarea, acabamos de editar Bichos bichejos, que es una unidad didáctica interdisciplinar, curricular (adaptada a la Lomloe), y muy flexible para trabajar la valoración y el conocimiento de la biodiversidad. ¿Qué pensarán los niños y niñas de segundo de primaria si, al entrar al aula, descubren restos de comida mordisqueada, plumas esparcidas cerca de la ventana, la papelera revuelta y rastros de huellas sospechosas por todas partes? La propuesta es animarlos a investigar y descubrir qué bichos o bichejos han entrado en el cole durante la noche, y sobre todo, que averigüen por qué y para qué lo habrán hecho.
Nos encantaría que el profesorado que utilice estos materiales tenga en ellos una guía que le permita facilitarle la tarea y disfrutar de su práctica docente con una experiencia distinta. Además de contribuir a la biodiversidad del presente y del futuro, ese sería nuestro mejor regalo.