Me acaba de llegar un correo electrónico, remitido por la Secretaría General de la Universidad de León, promocionando los Premios de Defensa 2019 del Ejército. Cada poco tiempo, me llegan emails que anuncia y difunde los eventos de la Cátedra militar del Ejército que tenemos “empotrada” en nuestra Universidad, como en tantas universidades de nuestra geografía.
Estos premios del ejército están dotados con 48.000 euros, cuando hay centros educativos que funcionan con apenas 17.000 y se ha recortado tanto en presupuestos educativos como en personal docente o en materiales escolares hasta límites escandalosos. Premian investigaciones de universidades y centros docentes que contribuyan a “la cultura de defensa”, trabajos sobre “temas relacionados con la seguridad y la defensa”, fotografías que “contribuyan a difundir e impulsar el aprecio por los valores militares”. En la modalidad “docencia”, destinada a reconocer a “personas o entidades de carácter docente, o vinculadas con la enseñanza en todos sus niveles, que se hayan destacado por su actividad orientada a la promoción de la difusión de los temas relacionados con la defensa en el ámbito educativo, especialmente a través de la ejecución de proyectos curriculares en las diferentes etapas educativas”.
Una carta que ganó una de las ediciones de estos premios comienza así: “Te escribo para pedirte disculpas y, a la vez, darte las gracias. Disculpas por si alguna vez he tenido una mala visión de tu trabajo, de tu valentía y de tu dedicación, por tener miedo a confiar en alguien que mata y muere por defender su país…”; sigue con un argumento patriótico y termina: “Para finalizar, quiero darte las gracias. Gracias por despertar en mí un sentimiento patriótico, por no tener miedo a decir que soy española. Gracias por enseñarme a amar una bandera, un país y una profesión como la tuya. Gracias por defender a mi país y a mi gente y por hacer que me sienta segura y orgullosa de vuestro trabajo.”
Estos premios se unen a todo un proyecto sistemático y organizado de infiltración del discurso militar en la educación: concursos literarios escolares militares, en estrecha colaboración con las Áreas de Reclutamiento de cada provincia del Ministerio de Defensa; formación militar a los docentes a través de talleres y cursos, con el fin de que el espíritu patriótico y la defensa “formen parte de la educación de nuestros jóvenes”; creación de la Escuela Militar de Ciencias de la Educación; campamentos anuales de chicos para ejercitar las virtudes bélicas; manuales de exaltación patriótica; plazas de toros que acogen a miles de escolares para ver “exhibiciones y desfiles de armas y efectivos, e incluso simulacros de detención, con explosivos incluidos”; cátedras militares y e investigación militar en las Universidades públicas…
El capitalismo neoliberal pretende utilizar la educación como un sistema de adoctrinamiento en su ideología de una forma constante, sutil y difusa. Es como el cuento de la rana que hierve en la cazuela lentamente, porque no es consciente de que el agua sube de temperatura lenta pero inexorablemente, hasta que muere hervida.
No hay que retroceder mucho en el tiempo para darnos cuenta de que el capitalismo sigue propalando que para construir la paz hay que armar la guerra. Donald Trump anunciaba, en marzo de 2017, el incremento más grande en el gasto de defensa de Estados Unidos, “para volver a ganar guerras”.
España no le va a la zaga. La deuda del Ministerio de Defensa por la compra de material militar a las empresas productoras de armas se convierte en déficit público: 20.642 M€ entre 1996-2016 y con compromisos por más de 26.000 M€ hasta 2025. Con esta deuda acuciante el Gobierno español necesita extender una ideología que fomente la imagen de necesidad de una “fuerzas armadas” imprescindibles para “garantizar la seguridad”.
Es bien sabido que “para convencer tienes que crear una necesidad”. Y es ahí donde la socialdemocracia, que pretende gestionar un supuesto “capitalismo de rostro humano”, introdujo en el currículum escolar, con la Ley Orgánica de la Educación (LOE), la concepción de la Defensa “como un compromiso cívico y solidario” en la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos.
Si preparas la guerra, la acabarás provocando en un lugar u otro, en una espiral sin fin que necesita alimentar el miedo, los conflictos y el terrorismo para poder “dar salida” a la producción de la industria militar. De hecho, parece que es uno de los “negocios” actuales más próspero y sobre el que hay mucho interés en que no desaparezca.
Mientras se proclama educar para la cooperación, el cuidado ecológico y sostenible, la solidaridad, la interculturalidad, la convivencia o la resolución de los conflictos pacífica en la escuela y la universidad, se financia y promociona la educación patriótica militar en las aulas.
Todo esto contradice radicalmente lo que vienen tratando de hacer generaciones de profesores y profesoras que ayudan a su alumnado, desde infantil hasta la Universidad, a entender que la vida valiosa, la vida feliz, la vida a la que aspiramos los seres humanos es aquella que promueve la paz, el entendimiento, la solidaridad, la ayuda mutua. Difícilmente se puede desarrollar así en nuestros centros educativos la educación para la paz, como aparece en los proyectos educativos de centro, o diseñar planes de mediación y programas de convivencia y resolución pacífica de conflictos o celebrar el 30 de enero Día Escolar de la Paz y la Noviolencia.
Ciertamente, la libertad de expresión es un derecho ineludible, pero el adoctrinamiento en valores contrarios a lo que hemos acordado mundialmente en la carta de los derechos humanos parece que debería estar fuera de lugar en una sociedad del siglo XXI. Por eso, debemos comprometernos en cada centro educativo a proclamarnos como “espacios de educación e investigación para la paz y la desmilitarización”, libres de formación militar, y exigir simultáneamente a nuestros responsables políticos que legislen en este sentido con el fin de desmilitarizar la educación.