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Ya sabemos que vivimos tiempos convulsos. O siempre hemos tenido, más o menos, estos tiempos; el problema no es acostumbrarse a vivir en estas circunstancias sino que pueden empeorar para la educación. No me gusta prever un futuro que es posible que no exista más que en nuestra imaginación. Cuando este llega, ya es presente. Pero sí es importante ir pensando los trayectos que nos llevan hacia adelante y, por eso, nos tenemos que empezar a preocupar por el avance de políticas educativas regresivas, de corte neofascista o neoconservadores. De países que empiezan a tener gobiernos de “dictacracia”, defensores de aspectos tan temidos como la tortura, la xenofobia, el racismo y homofobia. Y, por supuesto, antidemocráticos. Si ganan su batalla de matar lentamente la democracia con una cruzada moralizadora basada en la orden, en la fe y en la disciplina, repercutirá mucho en las políticas sociales y educativas. Un retorno peligroso al pasado que puede desviar ese trayecto hacia el futuro, que será presente un día, repercutiendo en mucha gente, sobre todo, a los más desvalidos.
Ya hace tiempo que se acerca esta retórica sobre una modernización que esconde ideologías muy conservadoras y que aglutina a sectores escorados hacia la extrema derecha, como el populismo autoritario y los viejos principios de los conservadores y neoliberales (que tienen el prefijo “neo” aunque es la misma ideología de siempre). Y, también, una población que escucha su retórica, asustada por la realidad actual, aplicando una “performatividad negativa”i que cae en el catastrofismo de las palabras y se deja engañar por el discurso de la política del miedo. Appel ya lo dijo respecto de EEUU:
Aunque en esta alianza existen claras tensiones y conflictos, su objetivo común es crear las condiciones educativas que consideran necesarias para aumentar la competitividad, las ganancias y la disciplina, y así hacemos volver a un pasado romántico basado en una imagen idealizada de la escuela, la familia y el hogar. Apple, M.W. (202). Educar «como Dios manda»: mercados, niveles, religión y desigualdad. Barcelona: Paidós.
Y no podemos pensar que esto pasa sólo en países tan lejanos como EEUU, Brasil… aunque sean muy potentes y con mucha influencia. Si empezamos a mirar a nuestro entorno, podemos ver cómo crecen estas actitudes neofascistas que pensábamos que estaban derrotadas por la democracia: Hungría, Holanda, Finlandia, Austria y muchos parlamentarios en países europeos y nuevos partidos neofascistas.
Y no pensemos que nos puede salvar la retórica de la innovación educativa. Si no miramos más allá de nuestras fronteras, si no evitamos la ceguera del conocimiento que decía Morin, entonces no veremos que, poco a poco, se aboca a la educación a una mercantilización y a un mercado competitivo (que alguna aplicación de innovación educativa tiene este efectos colaterales) en el que la educación es un gran negocio.
Hace tiempo que algunos de estos movimientos “neo” defienden una cultura común con un desprecio de la diversidad, la vuelta a una disciplina férrea que dé valores sociales -los suyos-, la defensa de las pruebas estandarizadas y la recentralización con un ejecutivo fuerte gobernado por sus partidos dogmáticos, que entre otras cosas utilizan el retrovisor de la historia. ¿Nos suena?
La educación del siglo XXI va ligada al conocimiento y a la libertad. Se ha luchado mucho desde el siglo XIX. Y no podemos permitir que aumente el desprecio por muchas cosas pero, sobre todo, por el pensamiento democrático y libre. Si en lugar de preocuparnos por tantas propuestas de innovación basadas en la pasión metodológica, algunas pseudocientíficas, pero con gran marketing y acogida por algunos sectores privados, y no nos preocupamos, como reto ético y político, de discutir, analizar y consensuar qué es una educación progresista, democrática, solidaria y libre, nos podemos encontrar estas tendencias “neo” y un acercamiento a las “dictacracias”.
Esto será un peligro en muchos países y, de rebote, en nuestros contextos, donde ya están llegando. Aprovechan nuestra debilidad, desunión, desmovilización y la preocupación por otras cosas. Nos tenemos que preocupar y mirar más allá de nuestros límites para ir construyendo alternativas, establecer compromisos sobre el trayecto que podemos hacer hacia el futuro, como ser libres de miedo y hacer resistencia, con rigor, de lo que sabemos, de cómo tiene que ser una educación libre y compartida basada en la democracia.