Somos una Fundación que ejercemos el periodismo en abierto, sin muros de pago. Pero no podemos hacerlo solos, como explicamos en este editorial.
¡Clica aquí y ayúdanos!
Por fin llega a término 2021. Un año en el que han pasado tantas cosas y tan extrañas que resulta complicado recordar todas ellas. En enero, hace casi un año, buena parte del país sufría el paso de la tormenta Filomena; las cifras de contagios por covid entre la población adolescente subíeron vertiginosamente después de las fiestas navideñas y en medio de todo esto, un grupo de personas extrañamente vestidas y políticamente homogéneas, asaltaban sin casi ningún problema el Capitolio de Estados Unidos.
2021 prometía no dejar a nadie indiferente. Al menos, en lo educativo, a pesar de los pesares, ha seguido todo funcionando, mal que bien. Y lo ha hecho, en buena medida, gracias al esfuerzo cotidiano de profesorado, alumnado y familias, como suele ocurrir.
El año comenzó muy duramente, con una bajada de temperaturas generalizada en todo el país, la tormenta Filomena y los protocolos anti-covid de ventanas funcionando a pleno pulmon. Una situación que nos dejó tristes imágenes como estas:
#ViernesDeEduFotos @rafadavilo ❄️😥 pic.twitter.com/qExbggHsNW
— Dolores Ojeda 💜 🏳️🌈 (@doloresojeda1) January 8, 2021
Situaciones que en casos como el de la Comunidad de Madrid obligaron a retrasar el inicio de las clases de enero hastas bien entrado el mes, casi a finales.
Al inicio de la primavera también vimos en España un intento de tambaleo en unas cuantas autonomías y todo ello gracias a la moción de censura planteada en el Ayuntamiento de Murcia con la que Ciudadanos y el PSOE querían quitarse de en medio al PP. Una decisión que acarreó el adelanto electoral en aquella Región y en la Comunidad de Madrid. En la primera, las cosas acabaron de tal manera que una de las tres tránsfugas de Vox ha acabado dirigiendo la Consejería de Educación. Que la extrema derecha acabe en puestos de gobierno nunca es una buena noticia; que sea en el departamento que ha de velar por el aprendizaje de las nuevas generaciones, tal vez sea peor.
A lo largo del año, a modo de «transversales» han ido apareciendo y desapareciendo de la agenda algunos temas que, finalmente, han conseguido cerrarse a final del año. Uno de ellos es la situación del personal interino de las administraciones públicas. En el mes de marzo, el exministro Miquel Iceta se reunía con los sindicatos CSIF, CCOO y UGT para ver cómo podían poner fin a una situación, la del porcentaje de interinidad, que había llegado a los tribunales europeos.
Durante todo el año ha habido conversaciones más o menos intensas que se han terminado cerrando hace unos días con la aprobación en el Senado de la ley que regulará los procesos selectivos que han de reducir la interinidad al 8% de aquí a 2024. En el plano educativo, habrá modificaciones del RD 276/2007 que afectarán al peso de la experiencia en la baremación de los méritos, así como, principalmente, que las pruebas en la oposición no sean eliminatorias. El objetivo es que el personal interino no pierda la plaza en las diferentes convocatorias que han de plantearse.
Marzo fue un mes muy completo. Sin olvidar, por supuesto, que cumplimos el primer aniversario de la pandemia en la educación. Un momento en el que ya habían comenzado los procesos de vacunación que nueve meses después han adelantado tanto como para que la población adolescente esté vacunada y la infancia ande en proceso. Por no hablar de las terceras dosis que ya están en marcha. Será interesante esperar otros tres meses para ver en qué situación estamos a mediados de marzo de 2022.
Después de la convulsión que fue marzo, todo parecía volver a cierto cauce habitual, aunque en el mes de abril salieron a información pública los primeros textos sobre los nuevos currículos de la Lomloe. Unos currículos que han dado mucho que hablar, generando una importante polémica, al menos en redes sociales, que ha vuelto a enfrentar en dos bandos a la comunidad educativa: contenidos vs. competencias. Desde el periódico intentamos iluminar, en la medida de lo posible, el proceso que se había seguido para la articulación de los primeros decretos de mínimos. Un proceso en el que, en cualquiera de los casos, participaron decenas de docentes en activo o recién salidos de las aulas. Más allá de otras consideraciones, está claro que las competencias no son una cosa española; se trata de un movimiento que está afectando y calando a nivel global a los sistemas educativos del mundo.
Como todo el mundo sospechaba, las medidas que tan bien habían funcionado para paliar los efectos de la pandemia en los centros educativos, al menos, en primaria, cayeron. Allá por marzo, Educación, Sanidad y Función Pública se reunieron para proponer la presencialidad total el curso 2021-2022. Sindicatos y asociaciones docentes clamaron por más personal y bajada de ratios para hacer posible esa presencialidad. A los poquísimos días, la Sectorial de Educación ya había fijado las normas para el inicio de curso.
Decidieron que con 1,2 metros de distancia interpersonal en las aulas era suficiente; que los grupos estables de convivencia, aquellos famososo grupos burbuja, pasarían de 20 a 25 personas (la ratio habitual de primaria). Con ambas medidas, colegios e institutos podría comenzar las clases en septiembre sin «necesidad» de que hubiera nuevas contrataciones de apoyo. Solo la Comunidad Valenciana decidió que era importante tener más docentes el siguiente surso.
En paralelo a todo esto, la reforma de la formación profesional fue organizándose. Sin tantos focos ni taquígrafos, sin tanta polémica como cualquier otra legislación que afecte a la educación, se fue conociendo lo esencial de una reforma que supone la unificación de la FP para el empleo y la del sistema educativo. Una nueva FP que permite una formación modular y acumulable para flexibilizar al máximo la posibilidad de obtención de alguna titulación. Una legislación que también ha traiido su polémica por el hecho de que ha dejado a parte del profesorado técnico al margen de mejoras profesionales. La falta de titulaciones universitarias paralelas a las profesionales supone que varios miles de profesores técnicos por todo el país no puedan entrar en el grupo A como el resto de sus compañeros.
Y, aunque el curso, a estas alturas, ya estaba terminando, por supuesto, no podía acabar así, sin más. Así que en esas Isabel Celaá dejaba después de tres años la cartera de Educación. Tres años y dos gobiernos, una ley de educación, una agria polémica continuada a cuenta, por ejemplo, de los conciertos educativos y de los centros de educación especial. El desgaste de poner en marcha una nueva ley y de haber manejado el timón durante la parte más complicada de la pandemia eran evidente y, en mitad de una importante remodelación del Gobierno, salió del Ministerio. En su lugar, Pilar Alegría tomó el testigo. La exdelegada del Gobierno en Aragón y con algunos cargos relacionados con la educación, tomaba posesión en los primeros días de julio, para poder pasar el verano enlazando reuniones con todo tipo de colectivos, asociaciones y entidades relacionadas con la comunidad educativa.
Y sin más llegaba septiembre de nuevo. Con esa normalidad extraordinaria de mascarillas, geles y organización que evita los cruces indeseados. Con sus ventanas abiertas y con la prudencia de que cualquier persona ajena al centro cruce las puertas. Y con los gurpos como si no hubiera pandemia. Las mismas apreturas de siempre. Y todo ello a pesar de que el Gobierno, gracias a la UE, ha puesto sobre la mesa 13.000 millones de euros para que las autonomías inviertan, entre otras cosas, en educación.
Y septiembre también llega con las celebraciones del centenario del nacimiento de Paulo Freire, uno de los más importantes pedagogos y pensadores del siglo XX. Os dejamos por aquí algunos de los textos que publicamos en recuerdo de su trabajo y su trayectoria.
Entre septiembre y este mes de diciembre hemos seguido asistiendo a la pelea alrededor de las competencias clave y los contenidos. Pero no solo. El juego del calamar, la serie surcoreana, fue un auténtico hito durante un par de semanas, por aquello de que chicas y chicos eran expuestos en sus casas a las imágenes de tremenda violencia que constituían buena parte de esta satírica y durísima crítica al sistema capitalista y sus efectos en la ciudadanía. O asistíamos con asombro a la decisión de un juzgado de Castellón de retirar libros sobre diversidad afectivosexual y de género de 11 institutos de la provincia. Una desición contraria a varias normativas estatales y autonómicas sobre la materia que fue rápidamente revocada. Esto, casi al mismo tiempo que conocíamos los datos de Save the Children en relación a la violencia de género entre las y los adolescentes.
También conocíamos en estos meses, el importante incremento del presupuesto del Ministerio de Educación y FP para 2022. Reto siguiente será el de las autonomías. Y la emergencia climática que después de dos años casi, vuelve con fuerza a la agenda educativa al recuperar parte del espacio robado por la pandemia. Congresos de Teachers For Future, publicación de materiales, iniciativa en centros educativos…
Han sido 12 meses de muchísimo trabajo y muchísima intensidad. Se quedan al mergen de este resumen una cantidad ingente de artículos, entrevistas y reportajes que hemos elaborado y publicado sobre cuestiones como los ámbitos, la convivencia, la educación guiada por evidencias, la violencia contra la infancia o los problemas de salud mental en una adolescencia y una juventud que llevan dos años lidiando con una pandemia que les ha robado mucho tiempo y vivencias.
Esperamos de corazón, desde El Diario de la Educación, que el próximo 2022 llegue con grandes expectativas para todo el mundo. Que consigamos rebajar tensiones en el debate educativo, que la extrema derecha deje de estar en el candelero y en las instituciones como algo normal, que la infancia y la adolescencia en este país pueda recuperar los espacios perdidos, las prácticas de vida olvidadas. Y, por supuesto, que todo el profesorado, amén de todo el resto de profesionales que trabajan alrededor de los centros educativos, podáis trabajar, por fin, con unos mínimos de tranquilidad y sosiego, sin mascarilla ni ventanas obligatoriamente abiertas, con ratios decentes.