El maestro de Primaria Ramón Rodríguez saltó a la fama hace unos meses porque se le ocurrió incluir en el boletín de notas, además de las calificaciones de las materias habituales, otras notas menos típicas: “Es una niña feliz: sobresaliente / Es generosa y buena compañera: sobresaliente / Llega a clase con una sonrisa: sobresaliente”, se leía en el boletín que de sus alumnas llevó a casa. “Siempre me ha movido mucho la inteligencia emocional”, cuenta. “Intento cambiar un poco las cosas que he ido viendo que no me gustaban mucho, como la evaluación o el uso que se hace de las nuevas tecnologías”, añade, aunque se matiza rápido: “Nuevas nuevas tampoco son, que ya llevan muchos años con nosotros”. Maestro desde hace 15 años, Rodríguez presume de motivación y de amar su profesión.
¿El sistema educativo está demasiado anclado en el pasado?
Hay muchas cosas que sí. Pero eso no significa que cosas del pasado sean malas, evidentemente. Algunas se pueden seguir aplicando. Pero hay muchas prácticas que con los alumnos que tenemos hoy en día no funcionan y tenemos que plantearnos cambiar alguna visión sobre la educación, hacer algunas metodologías más activas y poner al alumno como protagonista de nuestras enseñanzas.
Usted practica y defiende la gamificación. ¿Qué aporta?
Gamificar es convertir el proceso de aprendizaje en un juego. Estamos trasladando la educación en el lenguaje natural de los niños, que necesitan jugar. Mediante el juego adquieren aprendizajes significativos para el resto de su vida. Si conseguimos que ese proceso de aprendizaje se asemeje a un juego estamos consiguiendo captar su atención, que la motivación aumente en un porcentaje altísimo. Muchos profesores coincidmos en que la capacidad de atención está reducida y no son capaces de mantenerla tanto como antes. Yo creo que no, que tienen una capacidad alta, pero está en otro sitio y nosotros tenemos que buscar dónde está y a partir de ahí trabajar con ellos. La gamificación nos permite entrar en su mundo, que es el juego, y a partir de ahí hacer con ellos lo que queramos.
Supongo que también le habrán llegado las críticas de profesores que dicen que la educación no es un juego y que los alumnos no van al colegio a divertirse. ¿Qué opina?
Un cole está para que un niño venga a aprender, pero pasándoselo bien aprenden más. Yo tengo un lema, si algo es divertido se aprende mejor, y me parece esencial. Que un niño venga al cole a pasárselo bien no significa que no venga a aprender.
Muchos docentes se quejan de que a veces hay demasiada innovación, que parece que la preocupación es más meter un método nuevo por meterlo que ver si funciona. ¿Dónde ponemos la línea?
Es un riesgo, y alto si solo hacemos eso. Dedicar todo nuestro trabajo a proyectos, metodologías activas y gamificación, aparte de suponer un trabajo enorme para el profesor, supone que vamos a conseguir que el alumno se desgaste rápido. Si las empleamos cinco horas al día, en cada actividad, el efecto motivación se puede perder. Hay que emplearlo todo en su justa medida.
¿Qué opina respecto al móvil en clase? ¿Qué hacemos con él?
Voy a pensar en dos edades diferentes. En primaria tener alumnos más pequeños hace que no todos tengan móvil, que igual no sepan usarlo para un rendimiento académico o un trabajo en clase. En primaria tenemos dos aulas de informática para ellos. Utilizamos esto, que es un entorno seguro y que ellos dominan. En secundaria se utiliza el móvil o cualquier dispositivo que tengan en casa. Siempre con el consentimiento del equipo directivo y la familia, pero yo soy partidario. Hay que valorar pros y contras, riesgos, pero tiene más pros a la hora de realizar un proyecto. Nos dota de unos recursos infinitos. Las tecnologías -que no nuevas- acercan la realidad del colegio a la realidad de nuestros alumnos. A partir de 10-11 años los alumnos viven todos en un mundo digital. Todos tienen móvil, tablet o portátil. Su mundo pasa por el chat con los amigos, etc. si acercamos el centro educativo a su vida estamos tendiendo puentes. Si vamos por el camino contrario se abre una brecha un tanto peligrosa porque vivirán una brecha con el colegio que no es la suya.
¿Han tenido problemas de indisciplina o de que los alumnos le dieran un uso equivocado al móvil por tenerlos en clase?
Es importante marcar los tiempos bien. Si se les pide que traigan un dispositivo está claro que solo lo podrán usar en esa actividad y el resto del tiempo el aparato estará apagado sin posibilidad de uso porque permanecerá en poder del profesor, no en sus mochilas o bolsillos. De momento ellos son listos y saben que si les damos la posibilidad de usar los dispositivos en clase y meten la pata, se quedarán sin ello y no quieren. La experiencia está siendo bastante buena.
¿Cómo va esto de las “otras notas”? Aquella manera de calificar supongo que era más una llamada de atención que otra cosa. ¿Qué mensaje quería lanzar?
La idea era dar un golpe encima de la mesa y lanzar el mensaje de que nuestra evaluación tal y como se entiende en España sobre todo para los más pequeñajos, pero sirve para todos, a veces es injusta y muy fría. Damos una nota cada trimestre con un numerito que no va a reflejar jamás todo el trabajo de un trimestre, las interacciones de los alumnos con los profesores, el esfuerzo que conlleva. Quería lanzar el mensaje de intentar profundizar más, que la evaluación sea más rica para las familias. Pero también quería dejar esa parte fría de lo académico a un lado y reflejar en el boletín de notas las cualidades que hacen de nuestros alumnos. Yo digo que todos son unos cracks, y qué menos que te lo reconozcan. Todos los niños son unos cracks en algo y puede que no lo sepan, necesitan saberlo. De ahí que todos son sobresalientes en estas otras notas. Igual que necesitan saber cómo van en mates y educación física, necesitan saber que tienen muchas cualidades que los hacen increíbles y necesitan seguir trabajándolas.
¿Cree que el sistema educativo solo se preocupa por las competencias más académicas?
Tradicionalmente ha sido así. Hace tiempo que nos piden evaluar por competencias y el lenguaje en la evaluación va cambiando. La ley, con algunas trabas y mucho por mejorar, va abriendo camino en este sentido. Pero hay que ser realista y si se miran los boletines de notas son fríos, centrados en lo académico, sin mirar más allá. Y los niños necesitan ver qué tienen de bueno, qué cualidades tienen y que los valoren. El boom ha sido que tuve la osadía de meter estas calificaciones en un boletín de notas y equipararlas con las notas oficiales.
¿Qué le parece el sistema de notas en general? ¿Necesitaríamos darle una pensada? No creo que nadie sepa qué significa un 7 en Matemáticas. ¿Sería partidario de dejar de evaluar con números?
Yo creo que sí. Al menos en primaria debería desaparecer y dejar de plantearnos la evaluación como una nota numérica, como una escala, y plantearnos la evaluación como qué habilidades tiene un niño, qué es capaz de hacer, en qué nivel está, qué problemas tiene respecto a este contenido u otro, qué desempeño tiene respecto al objetivo planteado. Que la evaluación sea entrega de información específica de cada alumno, que enriquezca. Una simple nota, un numerito no lo pondría directamente y cada vez me cuesta más. Lo hago, claro, pero cada vez me cuesta más.
La LOMCE mucho no habrá ayudado con esta cuestión, supongo.
Mucho no ha ayudado.
¿Y algo?
A todo se le puede sacar algo positivo. De la LOMCE se pueden sacar cositas, pero mucho favor no nos ha hecho. Las leyes educativas en este país cambian tan a corto plazo… No nos dejan terminar de trabajar bien con una cuando llega otra y no están pensadas desde los maestros, que son quienes tienen que pensar estas cosas. Si les dieran más voz y sobre todo más voto a los docentes saldría algo más real, más práctico. Solo te tienes que dar una vuelta por Twitter y ver la de miles y miles de docentes en este país que hacen cosas maravillosas, que están todos los días luchando por sus alumnos a pie de aula. Tenemos tantos recursos humanos que si les escucharan y les tuvieran en cuenta sería un buen camino.
“Miles de docentes que hacen cosas maravillosas”. ¿La innovación está en manos de la iniciativa privada de los docentes un poco pese al sistema?
En muchos casos es así. Nos encontramos cada vez más con colegios, equipos directivos que empiezan a apostar no por una metodología concreta, no hace falta poner nombres, sino que apuestan por cambiar cosas. La innovación es hacer cosas de manera diferente, dar un pequeño giro y llevarlas a lo que gusta un poco más a los alumnos. Cada vez se apuesta más, pero parece que es a base de un cole o un equipo directivo que se arranca y empieza a cambiar cosas. Pero yo estoy contento porque cada vez se ve más, hay movimiento, docentes que se preocupan por formarse y cambiar. Docentes que se animan a compartir sus tareas, sus proyectos, etc. Y ese proceso es una maravilla y es imparable. La creatividad y pasión que tiene un docente está por encima de leyes educativas y evaluaciones y cualquier otra historia.
Usted forma a maestros también. ¿Son buenos alumnos?
Son dos ámbitos diferentes. Disfruto mucho estando con docentes, veo mucha vocación, muchas ganas de aprender a hacer cosas diferentes, investigar, aprender cosas nuevas, reciclarse. Me encuentro con muchos colegios, muchos claustros que te reciben con brazos abiertos y se traduce en mucha gratitud y te mandan proyectos que hacen. Me encanta ese proceso. Pero por otro lado, estar a pie del cañón con los enanos en clase todos los días no tiene nombre, es insustituible.
¿Recomendaría a sus hijos ser profesores?
No recomiendo nada. Recomiendo que cada uno siga lo que le hace feliz y con lo que se sienta a gusto. Si alguno acaba siendo profesor seré feliz por él porque es lo que le gusta, pero por él, no por mí. Que cada uno haga lo que le llene y le haga feliz. Que sigan el sendero de lo que les llene, que después nos encontramos con títulos bajo el brazo que no nos completan profesionalmente, y eso es un poco más triste. Pero por vivir la experiencia, desde luego por cómo la vivo yo, no sería capaz de disfrutar otra profesión como esta, cada es una aventura nueva y como profesión es un regalo.