El 11 de septiembre de 1950 el gobierno de México y la Unesco acordaron establecer un centro regional dedicado a la formación de personal y la preparación de material para la educación de base en América Latina. La idea la inspiraba Jaime Torres Bodet, extraordinario intelectual mexicano, entonces director general de la Unesco, quien pretendía instalar centros semejantes en distintas zonas del mundo.
Así nació el hoy llamado Centro Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe, Crefal. Su sede es Pátzcuaro, en el estado mexicano de Michoacán, donde se instaló pocos meses después de aquel histórico acuerdo; desde entonces desarrolla una intensa vida académica en los campos de la investigación, la cooperación, la promoción y transferencia de conocimientos y la formación especializada de personas.
Cuando han disminuido los índices de analfabetismo en la región, tarea que le ocupó buena parte de su historia, el Crefal inició un proceso de refundación vocacional en 2017. Con ese propósito, convocó a un ejercicio participativo que le permita actualizar su agenda, enfocada en atender los desafíos de la educación para jóvenes y adultos, con la pretensión de posicionarlo como referente internacional en el campo de la educación a lo largo de toda la vida.
El resultado de la consulta técnica y política está publicado en un documento breve llamado El aprendizaje a lo largo de toda la vida. Desafíos en América Latina (2018, Crefal), coordinado por su director, Sergio Cárdenas Denham, Ignacio Ruelas Ávila y Ricardo Martínez Espinosa. Además de servir a su intención principal, constituye un diagnóstico sobre los desafíos para la educación de jóvenes y adultos, basado en la revisión de documentos nacionales e indicadores, así como entrevistas a expertos.
Entre los rasgos característicos que releva el reporte aparece la transición demográfica de América Latina, con un proceso de envejecimiento poblacional que plantea retos distintos en todos los órdenes del desarrollo humano.
La primera conclusión que destaca el reporte es que su objeto de estudio no constituye prioridad para los gobiernos de la región. Las evidencias son palmarias en el tema del financiamiento estatal. Destaca Cuba, que invierte el 10% de su Producto Interno Bruto, seguido por Costa Rica y Honduras (6%) y Argentina y Brasil, con más del 5%. Luego, varios países invierten menos del 4%, umbral mínimo acordado para alcanzar el cuarto de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible.
Pocos países lograron que prácticamente toda su población de más de 15 años sepa leer y escribir: Cuba (99.8%), Uruguay (99%), Argentina (98.09%), Costa Rica (97%) y Venezuela (97%). En el extremo contrario, El Salvador (87.6%), Guatemala (81%) y Nicaragua (78%).
El promedio de escolaridad de la población de 15 años y más aumentó de forma notable, de 2.74 grados en 1950, a 7.99 en 2010. Encabezan Cuba (10.16), Chile (9.78) y Argentina (9.51). Entre 2004 y 2014 se redujo la población de 15 a 64 años que solo terminó la educación primaria; mientras que el porcentaje de quienes cursaron algún grado de educación terciaria aumentó de 16 a 23%. Sin embargo, la región muestra una disminución de la escolarización a partir de la secundaria.
En el indicador de población con primaria completa en los grupos de 20-24 años y 55-64, los más altos son Argentina, Uruguay, Chile, Venezuela, Panamá y Costa Rica. En el porcentaje de población de 25 años y más con secundaria terminada, en 2015, sobresalen México (57.5%), Costa Rica (54.7%) y Uruguay (53.4%). Con nivel educativo superior: Costa Rica (22.8%), México (14%), Paraguay (11.7%) y Ecuador (10.4%).
Por otro lado, hay deficiencias inocultables en los niveles de rendimiento de los estudiantes, medidas por las pruebas internacionales más conocidas. En el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), de la OCDE, los estudiantes de la región obtienen “casi 100 puntos” menos que los promedios del organismo, equivalente a 2.4 grados de escolarización.
Otros indicadores reflejan el rezago latino, como la brecha digital, cuyos porcentajes de población con edades entre 15 y 74 años con acceso a computadoras no alcanzan el 50%, ni siquiera en los países más avanzados: Uruguay (46%), Chile (45%), Costa Rica (41%) o México (34%). El acceso a internet en esa franja etaria es todavía menor y solo cubre entre 10 y 40%.
En sus conclusiones, Crefal reafirma la urgencia de atacar la pobreza y el hambre, para cumplir el Objetivo del Desarrollo Sostenible 4, a saber: garantizar educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos. Para ello, entre otros desafíos, debe priorizarse la alfabetización universal, la educación a lo largo de toda la vida como tema capital en las agendas públicas y políticas, generar sistemas de información actualizada y confiable, así como una mayor inversión y esfuerzos decisivos de los gobiernos.
En resumen, aunque hay progresos más o menos notorios en distintos indicadores, Latinoamérica exhibe desigualdades inadmisibles. La educación para toda la vida es todavía una deuda impaga con la mayor parte de su población; una deuda que amenaza convertirse en cadena perpetua, como la historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada.